jueves, 25 de diciembre de 2008

domingo, 21 de diciembre de 2008

Hijos del Monzón

“Asia ha vivido en los últimos años la mayor y más exitosa transformación de la humanidad, sacando de la pobreza a millones de personas y mostrando al mundo que la miseria puede dejarse atrás. Hijos del monzón es la historia de quienes no han logrado subirse al tren de las oportunidades y que han sido a menudo aplastados por un modelo de sociedad que les ha hurtado la voz”

El año pasado me encontré con Las uvas de la ira escondido bajo un montón de ropa en mi maleta de Yakarta. Este año me he encontrado con otra sorpresa en la maleta de Kuala, otro libro, uno del que ya había oído hablar. Fue el verano pasado en Saigón, bebiendo una Tiger al calor de una olla llena hasta arriba de langostinos borrachos. Acabo de leer un libro, dijo Alex, que ha escrito el marido de mi tía (Carmen, descubriría yo meses después al leerlo) con diez historias sobre niños en diferentes lugares de Asia.

Ese mismo libro, decía, calló en mi maleta este año por sorpresa. Otro regalo más pero está vez de bienvenida y no de despedida. Lo leí de inmediato, devorando cada una de sus historias, algunas más amables, otras menos, todas devastadoras, comprobando una vez más lo diferente que puede llegar a ser la vida de una persona, dependiendo del lugar en el que nazca. Yo lo disfruté mucho, no sé si por la perspectiva que te da el haber vivido algún tiempo en Asia o porque su lectura ayuda a comprender un poco más la realidad del mundo en el que vivimos. Probablemente es que simplemente se trate de un buen libro.

Es verdad que en ocasiones tiene cierto aire a blog y que de cuando en cuando te tropiezas con una frase de esas lapidarias que parecen sacadas de una mala película de Hollywood pero en general creo que su lectura merece la pena.

Con el autor, David Jiménez, comparto, además de nombre, un amigo común, uno del que precisamente ya os he hablado a vosotros. Imaginaros mi sorpresa al leer entre revueltas estudiantiles y tiros al aire el nombre de Ace, enfrascado una vez más en la tarea de echar una mano a un desconocido. El mismo tipo genial de siempre con su risa fácil y sus guarrerías a lo Pajares seguramente le contaría al David periodista sus chascarrillos de siempre aprendidos en la costa del Sol. El mismo Ace que yo conozco y que al leer el libro y leer su nombre me trajo muchos recuerdos a la cabeza y hasta un cierto orgullo por conocer a uno de los protas de la historia.

Bueno, que sólo quería hablaros del libro y recomendarlo como regalo de navidades y ya me estoy liando. Si alguien lo lee alguna vez que me cuente a ver qué le ha parecido, ok?

martes, 16 de diciembre de 2008

Sabes que has vuelto cuando...

Algunos olores tienen la capacidad de transportarte a lugares en los que hemos estado y a revivir experiencias que una vez vivimos. A veces el percibir un determinado olor te transporta a otro momento, a otro lugar. En mi caso a veces me llevan a los Belenes que hacíamos cada Navidad en el colegio, a la piscina que había al lado de mi casa o a los viajes en el coche de mi padre.

El olor dulce de los cigarrillos de este país lo envuelve todo. Es un aroma tan sui géneris que difícilmente lo podrás oler lejos de aquí. Tan especial que si me tapasen los ojos y me soltasen en cualquier aeropuerto del mundo sabría, al sentirlo, exactamente en qué lugar me encuentro. Tan suave y agradable que al olerlo sabes que has vuelto.

Sabes que has vuelto cuando docenas de taxistas te avasallan a la salida del aeropuerto con su eterno “Mister, Mister…”. Sabes que has vuelto al oír los pitos de los coches que suenan sin cesar y sin necesidad. Sabes que has vuelto cuando un trayecto de 100 kilómetros se convierte en un viaje inolvidable de cuatro horas en el motor de un autobús, rodeado de gente que no para de comer y de niños que no dejan de jugar y de gritar. Porque si algo hay en este país es gente.Sabes que has vuelto cuando ves de nuevo las sonrisas de la gente, grandes y generosas. Sinceras. Las carreteras estrechas de dos direcciones con sus casas y tienduchas a los lados que no terminan nunca. La basura, los plásticos, los desperdicios. Sabes que has vuelto cuando paras tu moto y preguntas por una dirección para arrancar dos explicaciones después aún más perdido. Cuando ves a la gente en las puertas de sus casas sin hacer nada, tirados y medio desnudos, dejando pasar el tiempo. Un día menos para la caja, pensarán mientras ver caer el sol.

Sabes que has vuelto cuando pides una bombilla para la lámpara de tu habitación y la recepcionista del hotel te contesta que no tienen pero que la puedes comprar en Parapat. Señora si para llegar a Parapat tengo que coger un ferry! Sabes que has vuelto cuando encuentras en tu camino a un chico de no más de 30 años que lleva los últimos cuatro viajando. O cuando ves a los turistas paseando de la mano de jovencitas locales.Indonesia es un lugar diferente a todo lo que he visto hasta el momento. Un país ruinoso y áspero, un gigante a la deriva disperso en miles de islas perdidas en cualquier mapa. Disuelto y traicionado, con una identidad nacional más dispar que común y una religión, el Islam, que no es una sino muchas. Indonesia, un lugar primitivo en el que viven cerca de 300 grupos étnicos y se hablan más de 500 lenguas y dialectos diferentes, un país que vive una anormalidad tan grotesca que por su perpetuidad termina por ser simplemente normal. Una tierra hermosa de la que guardaré siempre un magnífico recuerdo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

You Don't Mess With Seroja

Cuando uno se marcha a vivir a Asia por segunda vez lo hace con la lección aprendida. La experiencia es un grado y un año da mucho de sí como para volver a cometer errores típicos de primerizo. Te olvidas, por ejemplo, de meter jerseys o chaquetas en la maleta. Para qué si aquí uno siempre está asado. Camisetas ya no echas tantas porque por 50,000 rupias, 15 ringis o 40 amperios tienes el armario lleno de ellas. Y así con un montón de cosas más.

Uno vuelve a Asia por segunda vez y se cree que ya lo sabe todo. Cortarse el pelo en Indonesia es tan barato que uno ni siquiera piensa en pasarse por la peluquería los días antes del viaje. Doce euros de qué, si mañana me pelan por dos y encima me masajean las sienes. Así todo, llegué a Malasia con el pelo un poco largo y la intención de buscar una peluquería cuanto antes. Y entonces, ZAS! La primera en la frente, o más bien… la primera en la colleja.

Seroja no habla una palabra de inglés o al menos a mi no me la dirige. Por su habilidad con las tijeras, un corte allí y un corte acá, diría que por norma general no las usa para cortar el pelo a sus clientes. Sin embargo, Seroja te trasquila con la confianza de quien ya lo ha vivido todo. Su peluquería no es más que una habitación sencilla, sin estridencias ni lujos. Coge cuatro paredes cualquiera, mea en ellas durante dos semanas y tendrás el número 6 de la calle Sultán Abdullah, la peluquería de Seroja. Por no tener no tiene ni agua corriente por lo que, previo a meterte la tijera, llena el flu-flu directamente de una botella de agua de la que al mismo tiempo aprovecha para dar un traguito.

Al sentarme en la silla, fría y resbaladiza, de la peluquería de Seroja me doy cuenta de que el error ya está cometido. Cuando Seroja te mete la tijera ya no hay nada que hacer más que cerrar los ojos y rezar para que hoy no esté inspirado.

Cuanto termina, Seroja te acerca un espejo por detrás para que contemples su obra de arte. Tú te agarras a la silla con todas tus fuerzas y mantienes, con más fuerza aún, los ojos cerrados. Al abrirlos y verte el cogote descubres que la pesadilla no ha hecho más que empezar. La nuca te mide un palmo y medio y el pelo ahora te nace a la altura de las orejas. La espina dorsal termina pero a ti aún te queda un palmo hasta encontrarte con un solo pelo.

Satisfecho con su trabajo Seroja hace intención de masajearme el cuello, que ahora me llega más arriba del bulbo raquídeo… ni de coña Seroja.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Quién es Gilbert Lee?

Numerosas estructuras de acero y cemento se levantan en cada rincón de Kuala, ciudad que por el ritmo frenético de su construcción no desentonaría en cualquier punto de la geografía española. Buscar piso en esta ciudad no supone un problema demasiado importante para un expatriado, ni siquiera cuando llegas, como yo, con un contrato de becario pringao.

En total hemos tenido tres agentes inmobiliarios, todos chinos por supuesto, que nos han facilitado mucho el trabajo. La bizca y el enano pijo, el principiante en busca de su primera venta, y Gilbert Lee, el anciano que al presentarse te ofrece, siempre con ambas manos, una tarjeta en la que aparece una foto suya con 20 años menos. Hoy en día el photoshop hace milagros, nos dice el cachondo.

La bizca y el enano pijo nos enseñan de todo. La casa del conde con revestimientos de oro chino, la casa más recargada de Kuala con elementos adquiridos en remates malasios o un apartamento en la planta 41 de un edificio en el que por safety reasons las ventanas están selladas. No open No Fall, dice el chino pijo que ya empieza a caerme gordo.

El joven aprendiz se presenta con una tarjeta en la que se lee Senior Negociator. En realidad, el chaval que no debe de ser aún mayor de edad, no es más que una pobre imitación de Troy MacLure, un agente desesperado por conseguir una venta (la primera?) que te rebaja el alquiler sin siquiera haberle ragteado. Mil ochocientos... hmmm, bueno, Mil seiscientos? Releo su tarjeta de nuevo y pienso, pues no te queda chaval.

Gilbert, el anciano del photoshop, nos enseña un piso tan alto que al subir en el ascensor nos recomienda realizar una descompresión, soplando mientras te aprietas las fosas nasales, para que nariz y oídos no te estallen. Al final nos decidimos por uno de sus apartamentos y el buen hombre, que ya nos ha invitado a comer una vez, nos dice que nos podemos instalar cuando queramos y que los días que quedan hasta que formalicemos el contrato, en diciembre, no nos los cobra, que total el piso está vacío. Así que, sin dudarlo, pagamos la fianza y un mes por adelantado.

Al trasladar las cosas desde el hotel, nos encontramos de bruces con el chino pijo que está fumando un cigarrillo en la puerta de nuestro nuevo edificio. Ah! Ya habéis encontrado casa? Y cuánto cuesta, nos pregunta con su habitual tono impertinente. Mil seiscientos ringgis, le contesto con ganas de perderle de vista. Ah! Then it must be very small! Sí, igual de small que tú so cabrón, le suelto en español y sin parar de sonreir.

Bueno, pues ha pasado semana y media de aquello, ya estamos en diciembre, y… vosotros sabéis algo de Gilbert Lee? Pues yo tampoco. Ni contrato, ni llamadas, ni respuestas a mis correos. Nada. Cualquier día llego a casa y me encuentro las cerraduras cambiadas o a los verdaderos inquilinos del piso viendo tranquilamente la tele en mi salón. Espero que no haya desaparecido con la pasta después de alquilar un piso que no era suyo.

Sin embargo, hoy ha pasado algo que, si dice ser quien es, le hará salir de su guarida. Al llegar a casa me he encontrado todo encharcado y el techo de la cocina con una gotera de la leche. No tenemos ni seguro, ni contrato… esta es la prueba de fuego, si el Señor Gilbert no da señales de vida después de recibir estas fotos en su correo me puedo ir dando con un canto en los dientes.
Por cierto, ahora que lo pienso, aquel día en que nos invito a comer terminamos pagando nosotros… si es que…

martes, 25 de noviembre de 2008

Nuevas Sensaciones

Pese a la entrada de hace unos días, la de hace justo hoy una semana, se podría decir que es ahora, por fin, cuando realmente comienza, o mejor dicho, continúa el blog. Porque desde hoy ya puedo empezar a contaros sobre Kuala Lumpur y sus gentes, sus aceras, que las tiene, y sus edificios de vértigo. De momento intentaremos no hablar mucho de las Petronas, de los viajes que vendrán o las rutinas que se crearán. Ya habrá tiempo de hacerlo más adelante, cuando deje este hotel y me instale definitivamente.

Hoy toca hablar de impresiones, de olores, vibraciones y sabores de boca, así que volvamos al principio. La llegada me produjo una sensación agridulce, de emociones encontradas que dicen. Como el primer día de cole de un chaval que se alegra por comenzar algo nuevo pero que se siente temeroso por lo que ha de venir, te quedas un momento con la mirada perdida delante de un espejo y te encuentras a ti mismo diciendo pero quién te manda a ti…

Ya hace una semana que llegué y si no he escrito antes ha sido porque el tiempo ha pasado tan rápido, tantas son las cosas que hay que hacer para instalarte en un lugar y un trabajo nuevos, que esa sensación, ese temor a lo desconocido, termina por quedarse en nada, una sensación fugaz, un reflejo en el espejo.

Llegar a una ciudad nueva siempre te abre los sentidos, sin notarlo acabas por buscar las diferencias con lo ya conocido y terminas, muchas veces, por hacer comparaciones idiotas. Como a la que llegamos hace mil años el Ge y yo en París, en esta ciudad no hay decomisos, concluimos. Pero después de un año en Yakarta, y dos visitas a KL, se puede decir que no llegaba de nuevas y que las comparaciones las haría, esta vez, con la más cercana e inmediata Yakarta. La ciudad me recibió con un aeropuerto impecable que ya había pisado nada menos que cuatro veces con anterioridad, el KLIA, puerta de entrada a todo el sudeste asiático, con sus mármoles y sus trenes interiores y su título de mejor aeropuerto del mundo. Las carreteras de tres carriles se suceden para transporte poco a poco, que el camino dura casi una hora, a los entresijos de la ciudad que a cada kilómetro se muestra más angosta, más cercana. A medida que se recorre camino, el visitante primerizo no retira la mirada, ansiosa del haz de luz que va apareciendo en el horizonte. Imponentes y omnipresentes, las torres surgen para dar forma a la ciudad que a sus pies se va quedando cada vez en menos. Porque pese a la megalomanía de sus docenas de rascacielos Kuala no es una ciudad grande y quizá ni siquiera una gran ciudad.

La ciudad alberga tres comunidades muy diferentes, la malaya, que es la más grande, la china, que es la que maneja el cotarro, y la india, que es la que desprende el tufillo. Cada grupo tiene sus tradiciones, sus costumbres y sus zonas diferenciadas dentro de la ciudad pero cada etnia se respeta mutuamente y la convivencia es, en apariencia, pacifica. Aquí todo el mundo habla ingles y aunque a veces cuesta entenderlos la mayoría tiene un nivel muy alto. Al chapurrear unas palabras en indonesio, idioma mellizo del malayo, los taxistas se tronchan de risa, no por lo mal que lo hablo, que también, sino por el simple hecho de que un blanco se dirija a ellos en su lengua. En general, son más espabiladetes que los indonesios, más pícaros, y me parece que aquí no voy a poder montar la del billete de 50.000 rupias, anécdota que si quiere os la puede contar Maison…


Bueno, estás son algunas de las impresiones pero yo solo os quería decir como había llegado, contaros que la vida me sigue tratando bien y venderos un poco la atmósfera de la ciudad. Que se os vaya despertando el gusanillo, vayáis preparando la toalla, las chanclas y los billetes de avión…

domingo, 16 de noviembre de 2008

Volver

Antes de empezar y para los que aún no lo sepan (o para los poco suspicaces), os aclaro por qué sigo adelante con el blog. Hace ya unas tres semanas que acepté una oferta de Fagor para trabajar en Malasia y en 6 horas cojo un avión destino a Kuala Lumpur.

No sé si es la mejor idea pero hoy me he decidido a seguir con el blog. La decisión no ha sido fácil, aquellos que me conozcáis bien sabréis lo que me cuesta escribir, bff! un mundo. Y aquellos que tengáis, o hayáis tenido alguna vez, un blog seréis conscientes de que en ocasiones cuesta pararse a escribir, a reflexionar o, simplemente, a desvariar.

Aunque no prometo nada, más encuestas quizá, cambiamos de cabecera y volvemos a la carga. Con la misma incertidumbre del año pasado, con la misma sensación de, voy a probar y ya veremos si en dos meses sigo o no, pero con las mismas ganas de contaros a qué me dedico, si este año trabajo o sólo voy a la oficina, si me machaco un dedo de la mano o repetimos con uno del pie, de preguntaros qué cosas se pueden hacer mientras esperamos a que un semáforo se ponga en verde en esta nueva ciudad, de comprobar si está nochevieja voy palante o voy patrás. Ver si en un par de meses os puedo contar qué velocidad coge mi moto nueva o si el compañero de oficina de mi hermano nos sigue leyendo.

Ha sido un mes y medio de vacaciones descansando y comiendo bien en España, con un roadtrip fugaz en descapotable a Castellón y una experiencia trascendental en Mondragón, en el que me ha dado tiempo a conocer nuevos personajes de la farándula como Falete, héroes que ya no son anónimos como el tal Neira o el Pocero Bueno. He visto como la palabra crisis, aunque los bares sigan llenos, se ha mediatizado hasta decir basta (cualquier día aparece el Gran Hermano Versión Crisis) y he tenido el placer de ver juntos a la pareja misteriosa y la desgracia de ver jugar al Madrid. He vuelto a descargar música, a llevar jersey y a leer, de nuevo, en castellano. En estas pocas semanas he visto como el Gran Nicolás aprendía a chocar los cinco y pasaba, estirón y carcajadas de por medio, del percentil 95 al 25; también hemos tenido tiempo de explicarle a Sopía que ya no estaré en Yapata sino en Kuala Pupur y de ver como Daniel, va dejando los movimientos de Potipoti y aprendía a estirar el cuello.

Yo me marcho pero nos seguimos viendo por aquí, vale? Un abrazo a todos y bienvenidos de nuevo.

martes, 7 de octubre de 2008

...Y Que Este Blog No Acabase Jamás!

Visitar a mi abuela fue una de las primeras cosas que hice al llegar. La señora Dorotea, la misma que dejé agarrada a su bastón, seguía emperrada en que no me había marchado para trabajar y me recibió con un, mírale, ahí vuelve todo un hombre, con su mili hecha!

Ya ha pasado más de una semana desde que volví y si no he escrito antes ha sido porque de momento aquí me siento un poco fuera de lugar. Ha sido una temporada larga lejos de todo y si me paro a pensar en ello no logro comprender cómo es posible que un año parezca largo y corto a la vez. Largo al pensar en la distancia y las cosas que no tenía allí quizá, pero corto en el quehacer diario. La semana pasada me preguntaron si estaba contento por volver y después de pensarlo durante unos segundos contesté que sí pero que también estaba muy triste por dejar aquello. Aquí todo es tan diferente que me resulta imposible concebir la vida como lo hacía hasta hace bien poco. Con mi regreso he dejado muchas cosas atrás y creo que entre ellas se encuentra al autor (escritor me parece una palabra demasiado ambiciosa) del blog. Aquí llevo (llevamos?) un estilo de vida tan diferente que hacer según qué cosas carecen de sentido. Y es que si estando allí la vida de aquí parece irreal, desde aquí mi vida anterior parece aún mucho más lejana y ficticia, como un paréntesis de ensueño en una vida cualquiera. Y despertar de un sueño que comenzó con fecha de caducidad es lo que me toca, una vez vendida la moto, vivir ahora.
Despierto y me encuentro un cielo muy azul, un aire que da gusto respirar y unas calles que brillan de tan limpias que están. Madrid se ve tan pequeña y fenomenal desde el cielo como descomunal y excitante dejé Yakarta la última vez que la vi. Poner un pie fuera de la T4 resultaba, un año después, como pasear por la ciudad-decorado del Show de Truman, todo estaba en su sitio, no había basura por las calles, las madres paseaban a sus bebés en carritos y los coches, que no pitaban, apenas hacían ruido. Hasta los atascos parecen aquí más ordenados.

En apenas unos días esa sensación ha desaparecido casi por completo y de nuevo mi vida aquí se ha convertido en algo real, con un sobrino, El Pequeño Nicolás, de carne y hueso y una casa vacía imposible de amueblar. Un mundo en el que todo marcha, en apariencia y pese a la crisis, bien y desde el que hoy retomo a mi viejo hábito de escribir solo para enterrarlo, quién sabe si definitiva o temporalmente, escribiendo las últimas líneas del blog. Las escribo para no dejarlo cojo y porque estaría feo, después de tanto tiempo juntos y tanto camino recorrido, no darle el final que se merece. Pero si me siento a escribir es también para daros las gracias a vosotros, los devotos y los que solo curioseaban. Gracias a los firmantes y a los anónimos, y a los que recientemente me han escrito preguntando y el blog lo vas a dejar así de la mano de Dios? Ni traca final ni ná? Gracias por vuestros comentarios de ánimo y las exigencias de algunos que siempre comenzaban sus chats con un, actualización? Y, gracias sobretodo, por haber guardado el secreto y... no haberle dicho nada a mi madre.

Y mientras, aquí sigo esperando a recibir esa llamada que me devuelva a ese otro mundo, a esa otra realidad que ya no pienso como tal sino como ilusoria. Escurridiza. Lejana. Hoy me han llamado desde el lugar en que Rodri encontró a Irina pero yo aún miro mucho más lejos, allá donde la vista no alcanza. Ojalá pronto vuelva a escribiros desde aquí, eso significará que mis sueños se han hecho realidad. Qué bueno sería repetir y que bien estaría que este blog no acabase jamás.

Hasta siempre!

jueves, 25 de septiembre de 2008

Por Hacer El Tonto (O Por Hacer El Ramadán)

El ayuno durante el Ramadán, leo en una página cualquiera de Internet, sirve para aumentar y fortalecer la voluntad del ser humano frente a la tentación, pero yo siempre he pensado que, generalmente, las prohibiciones despiertan un anhelo de perseguir precisamente eso, aquello que nos está prohibido. Sin ir más lejos, eso es precisamente lo que me ha pasado hoy, todo el día soñando con comer. Así que sigo leyendo, practicar el ayuno hace saber al hombre las carencias y necesidades que sufren otras personas pues se pone en su lugar y se vuelve más solidario, y aunque a primera vista parezca algo frívolo, visto así quizá si tenga algún sentido.

El pensar que no iba a comer o beber nada durante las 12 horas siguientes me ha hecho levantarme un poco indeciso, algo así como si el día de hoy tuviese algo de especial. Al llegar a la oficina me he sentado junto al resto de compañeros en la cocina pero como no iba a desayunar en seguida me he marchado a mi mesa. Primera constatación, ayunar te da un montón de tiempo extra para dedicar a otras cosas, lo cual debe ser genial si lo empleas en leer el Corán o rezar en la mezquita pero que resulta una putada cuando no tienes nada que hacer en la oficina. Sobre las 10 de la mañana tu estómago empieza a despertar y nota que algo raro está sucediendo. A las 12, con todos los periódicos leídos, era incapaz de seguir engañándole, ya sabe que definitivamente algo no marcha bien, Ey! Qué pasa ahí arriba pavo? Dónde están el café y los muffin? Con lo bien que tu me tratas siempre!

La hora de la comida es, sin duda, el peor momento del día, sobre todo si, como yo, no tienes fe a la que agarrarte. El agujero en el estómago se había transformado en un pequeño dolorcillo y hablando con un amigo por el Messenger me dice, eso por hacer el tonto. Yo pensaba que era por hacer el ramadán, oiga.

Sin duda, ayuda el ver que algunos de mis compañeros tampoco se levantaban para comer y eso me ha dado algo de fuerzas para no mandar todo al carajo e ir con el resto a comer. Ayuda saber que lo que estaba haciendo hoy lo hacen millones de personas cada día. También anima el descubrir que, pese a lo que habéis votado (cabrones!), pasaban las horas y no me metía con nadie.

Ya entrada la tarde toca hacer callar al estómago y afinar el oído. El final del largo día de ayuno es anunciado, a eso de las siete de la tarde, por las mezquitas con un Allahy Akbar!. Después de un año quejándome de los gritos del cantejondo de los altavoces de la mezquita de enfrente de mi casa hoy, y sin que sirva de precedente, estaba con la oreja puesta esperando al tío del cante jondo.

…y eso es lo que está pasando precisamente ahora, así que con vuestro permiso, me voy a cenar!

lunes, 22 de septiembre de 2008

Aquel Fin de Semana con Maison

Viernes 11 de Agosto de 2008 Despertamos en la gigantesca cama del “Hotel Rama Garden”, en Kuta (Bali). Es posible que el dolor de cabeza sea un principio de resaca, no se… igual fue la última copa jugando al UNO que nos sentó mal. Sin duda el dolor de cabeza de Nais se debe a la excursión de la araña de puntas blancas por su ojo, en el que se recreó hasta dejarlo como el de un boxeador noqueado. Que sustos que nos das, coño!!

Contratamos a Jason para que nos lleve al Sur de Bali. Primero vamos a la playa de Nusa Dua, la playa de los Resort (joder con los hotelitos!). Más tarde, Jason nos lleva al Uluwatu, un templo que se encuentra en lo alto un acantilado y es uno de los más importantes de Bali y…, y venga mono pa’rriba y pa’bajo! Y Pati que entra en trance! Menos mal que estaba Alvarito para quitarte los monos de encima, eh??? De repente nos damos cuenta que, a escasos metros de nosotros, va a comenzar un combate a vida o muerte de Sumo. Esto es increíble!!! El vigente campeón mundial de Sumo Yokan To Mihojete frente al bicampeón Balines Yodoisal Titos. Es posible que aún no haya terminado el combate…

Es hora de ir a tomar una Big Bintang al mirador de la playa de los surfistas. Es posible que haya sido uno de nuestros mejores tragos. Un pueblo de chiringuitos y tiendas surferas que está construido sobre un acantilado. Desde la terraza del chiringuito hay una vista alucinante del mar y de la playa llena de surfistas que se alejan y se acercan sin parar.

Cuando ya se ha puesto el sol nos vamos a Jimbaran porque viene Deivid a pasar el finde con nosotros y eso bien se merece un homenaje!!!! Ese Deivid ese Deivid eh eh!!!! César, Alvarito y yo nos vamos a elegir la cena… “Me ponga dos langostas, que coño dos! Póngame tres!!! Esa sepia gigante, estos dos pescaditos y de esas gambas vivas nos va a poner cuarto y mitad! Que ha venido el Gran Deivid y hay que celebrarlo! Y todo NO SAUCE!!!” Total que fue un homenaje de 3.500.000 de Rupias y encima tenía sauce! Menos mal que nos fuimos a tomar unos ruoncitos a Kuta para despedir el día. Creo que no pude conciliar el sueño de los nervios de estar cerca de mi amigo…. O igual dormí del tirón?

Sábado 12 de Agosto de 2008 Despertamos en el Legian Village Hotel, desayunamos rápido y nos dirigimos a Ubud para, desde allí, alquilar unas motos e irnos a Lovina, en el Norte de Bali. Nos subimos a nuestras Harleys los siete jinetes del Apocalipsis y tomamos rumbo al Norte. Deivid va en cabeza, seguido de Alvarito y Pati, detrás Silvi y Meison y por último Marco Cesar y Nurrrria. Hay que decir que Alvarito se iba quedando en todas las cuesta… cómo es pequeñito tiene miedo a la velocidad! Comenzamos a subir un puerto y nos encontramos con paisajes cada vez más impresionantes y cada vez nos encontramos con menos turistas. Empieza lo bueno chicos!!!! Después de preguntar Deivid en todos los cruces que nos encontrábamos (Ni que no estuviera indicado!!!) por fin nos perdemos y vamos a dar a un templo en lo alto de una montaña. Visto un templo visto todos!!! Y ahora a bajar el puerto y Deivid venga a preguntar a todo el mundo y venga a chinarse!

Ya en el hotel, llenos los buches, dimos dos pasos (primero el izquierdo y luego el derecho) y nos caímos en la playa para probar los auténticos masajolos balineses! Cuánto nos habían hablado de los masajolos y cuantas ganas teníamos de probarlos! Efectivamente era como nos lo habíamos imaginado, tumbados en la playa, con el sonido del mar de fondo, el sol camuflándose en el horizonte y, por supuesto, una bella jovencita asiática masajeándonos…. Por los cojones!!!! Tenían más años que Marujita Díaz!!! Y más fuerza que Poli Díaz en plena forma!!! Pero cuando alucinamos fue cuando a Deivid le dieron un massage a 6 manos!!!!! Mira que te estás espabilando, chaval???

Después del baño y massage era hora de sacar nuestra botellita de Barceló y disfrutar de la tranquilidad del momento. Debe ser que disfrutamos demasiado porque nos fuimos al bar de Reagge de detrás del hotel a tomar otra copita y….otra y otra y una cosa llevó a la otra, y la otra a que Cesar tomara el escenario y nos deleitase con su “Blues del Ojete”. Apoteósico Cesar!!!!! Grandioso!!!!

Domingo 13 de Agosto de 2008 El despertador suena a la 06:00:00, joder con los madrugones!!! Vamos a hacer un tour para ver delfines y hacer snorkeling! Y como nosotros 200 personas más! Y allí estaban los delfines jugando entre todas las barcas, sin parar de saltar y escondiéndose para aparecer por otro lado. Y al rato estábamos haciendo nosotros lo mismo pero con unos tubos y unas gafas ortopédicas! Putas mini medusas!!!! Volvemos al hotel a desayunar y a por nuestras mochilas para volvernos a Ubud. De camino pasamos a ver otro templo, el que sale en los billetes de 10.000 Rp. Hay que ver Deivid que estos indonesios no se enteran de dónde están las cosas, pues se lo preguntamos con buenas palabras y listo, verdad??? Chinaoooo!!! Ya en el templo de Danau Bratan asistimos a una auténtica e increíble ceremonia Hindú, con sus rezos, su sacerdote con pinta de tarado mental (al verle se te venía a la mente Carlos Jesus y Christopher, Fiuuu Fiuuu!!!!!!), sus cánticos, sus danzas…Y Deivid venga a tirar fotos.

Cuando retomamos nuestro viaje de vuelta empezó a chispear. Más tarde fue lluvia y al final una tormenta im-presionante. Y nosotros en moto!!! Nos vimos obligados a parar en una especie de cabaña a medio construir (seguro que para los indonesios era una mansión de primera) en mitad de la carretera para resguardarnos de la lluvia. No tiene pinta de parar. Nos ataviamos con todo lo que teníamos a mano: camisetas, pareos, pañuelos… y vuelta a la moto. En la carretera sólo se veían señales de “Hati Hati” (¡peligro!) Cuando por fin llegamos a Ubud, estábamos empapados de los pies a la cabeza, las manos las sentíamos con dificultad, la cara picada de la lluvia y con un frío de cojones!! Así que nos pegamos un bañito en la piscina del hotel y a la ducha directos. Y Zaaaasssshhh!!!! La luz se fue en todo el pueblo y en un par de horas se haría totalmente de noche. Menos mal que cuando ya había casi plena oscuridad se hizo de nuevo la luz y pudimos cenar como Dios manda. De hecho luego nos tuvimos que tomar unas copitas para celebrarlo mientras acosábamos a preguntas a Deivid sobre la vida en Indonesia. Y el chinao!!! Ay joder, joder!!!

Lunes 14 de Agosto de 2008 Nos despertamos pronto y nos vamos Silvia, Deivid y yo a ver un taller de máscaras porque el niño está empeñado en comprarse una a toda costa y claro, según somos no nos podemos quedar sin ver el taller. Finalmente nos volvemos con las manos vacías, pero nos lleva a una tienda en la que ya había echado el ojo a una pedazo de máscara de flipar por 800.000Rp. Deivid ya puede dormir esa noche porque ya tiene su máscara. Bueno no, la máscara la tengo yo, jejeje! Ya veremos si te la devolvemos o no… Desgraciadamente nuestro querido anfitrión se tiene que volver a Jakarta a trabajar!

Fue un placer para todos compartir un fin de semana contigo lejos de nuestra tierra y que nos enseñases un trocito de ese país que te ha acogido (que no es tarea fácil) durante un añito.

Muchas gracias por todo Gran Deivid!!!!

PD. I love youuuuuuuuuuuuu!!!!

jueves, 18 de septiembre de 2008

El Azote de Alá

Quizá fue porque comí demasiado o quizá porque algo de lo que me eché a la boca estaba en mal estado. Lo primero es una constante en mi vida y lo segundo sucede con demasiada frecuencia en Indonesia así que no resulta raro que, después de casi un año por aquí, por fin me haya puesto enfermo. Gastroenteritis lo llaman los futbolistas, dolores intestinales lo llaman otros. En mi casa de siempre se ha dicho... cagalera.

Ayer, ya recuperado, me dieron otra posible razón, una mucho más mística y exótica, Ala has punished you! me dijo Florence, We are in Ramadan. Y el comentario, además de hacerme gracia y parecerme una solemne chorrada, me encendió una bombillita ¿Y si ya que estoy aquí, rodeado de tanta gente ayunando a diario, lo practico durante al menos un día? Y como no tengo otra cosa que hacer me he fijado un día (el jueves de la semana que viene, por ejemplo) para, desde que salga el sol hasta que se ponga, hacer como todo musulmán no embarazado por estas fechas... no comer, no beber, no tragar saliva, no tener relaciones sexuales, no masturbarme y no agredir, verbal o físicamente, al prójimo.Y con motivo de tan señalado día y para deleite de los adeptos a las encuestas, hoy os pregunto ¿Seré capaz de cumplir su promesa?

a) no, es incapaz de pasar un día sin insultar a nadie
b) capaz es de quedarse embarazado para saltárselo
c) solo lo hace para coger con más ganas el cocido del día 30
d) cada día está más tonto, a ver si vuelve ya
e) todas las anteriores son correctas

En una semana… lo vemos.

martes, 16 de septiembre de 2008

viernes, 12 de septiembre de 2008

Un Tipo Genial

Como tantos otros indonesios se llama Mohamad pero todo el mundo le conoce como Ace (leído H). La mayoría de sus frases acaban con la palabra “pinga” y casi todas sus conversaciones en una carcajada. Aunque nació en Yakarta siempre supo que quería viajar a Europa y conocer Holanda, el país donde nació su abuelo. Tiene 58 años pero parece algo mayor.

Pronto perdería la energía con la que llegó a Ámsterdam, era el final de la década de los 60 y quién sabe si aquello resultó demasiado para el. Desencantado, decidió marcharse a la Costa del Sol donde encontró un trabajo como relaciones públicas en un restaurante indonesio de Málaga. Los holandeses son fríos y tacaños, dice comiéndose las palabras con su acento peculiar, el carácter de los españoles mucho mejor, pero hablo de los del sur, eh? los del norte muy tacaños también.

Guarda muchísimas anécdotas de los 8 años que pasó en España, los más felices de mi vida, recuerda. No hablaba ni una palabra de español pero pronto conoció a muchísima gente que le ayudaría con el idioma. Guardias civiles, taxistas, camareros, era el único indonesio de Torremolinos así que todo el mundo le conocía. Se hizo socio del Málaga y aunque su ídolo era Cruyff a mi, madridista de pro, me habla de Santillana y de Amancio y de lo grande que le pareció el Bernabeu por dentro. Todavía escucha canciones de Julio Iglesias, su cantante preferido, y sigue hablando con nostalgia de Ana María, la enfermera malagueña con la que salió 4 años.

En 1977 lo vuelve a dejar todo, Ana María incluida, para volver a Indonesia a cuidar de su padre enfermo. Un día el Embajador de España llevó su Mercedes averiado al taller donde trabajaba y enseguida hicieron buenas migas. Dos años después abrieron la Oficina Comercial y el Embajador no dudó en llamarle, Ace qué te parecería trabajar en la Embajada?

En 1981 yo muy cerca del Rey, me dice. Él, donde tu estás y yo, muuuy nervioso, aquí, muuuy estirado, al lado de esta mesa. Ace, me dijo sonriendo, tú tienes que hablar conmigo como si yo fuera cualquier otro, recuerda que le dijo el Rey.

Por desgracia no todo el mundo le ha tratado con tanta amabilidad, los tres primeros consejeros muy buenos conmigo, otros no tanto. Personalmente, me resulta increíble que alguien se pueda llevar mal con un personaje así pero hay gente para todo. Hace unos años le quitaron la llave de la Oficina porque a alguien se le ocurrió que el personal local no era de fiar. No me importa, antes siempre llegaba el primero, ahora, dice, me quedo más tiempo en la cama o me bajo a jugar al ajedrez (Ace es el auténtico Karpov de la Embajada).

Aunque nadie se lo pide todos los años se encarga de echar una mano a los becarios. A nosotros nos buscó las motos y ahora nos ha buscado compradores. Un sábado, nos llevó a ver al curandero de su barrio y, siempre que puede, nos ayuda con los viajes que hacemos. A mi me consiguió un sofá cama por la mitad de precio.

Después de 28 años trabajando en la Oficina aún no tiene claro si su contrato está regulado por la ley española o no. No sabe si puede cogerse los 3 días extra de vacaciones que el convenio español otorga a los empleados de la administración con más de 25 años en el cargo. Su jefe se los ha denegado y él dice con filosofía que no quiere pelear por ellos, que no merece la pena.

El 8 de agosto Ace faltó al trabajo. Tenía un dolor agudo en el pecho y se marchó al hospital. Allí pasó dos semanas ingresado, en la misma planta donde meses atrás había muerto Soeharto, decía con orgullo. Ya en casa pero aún convaleciente, recibió una llamada de su jefe, había mucho trabajo en la oficina y tenía que incorporarse cuánto antes. Ese mismo día volvieron a ingresarle. Había sufrido un infarto severo de miocardio. La operación duró varias horas, el tiempo necesario para hacerle un triple bypass. Pasó 3 días en la UCI y perdió un montón de peso.

Hoy, Ace está de vuelta en la oficina, trabajando en su viejo despacho de siempre, un pequeño cuarto sin ventanas impregnado del olor dulce del clavo de sus cigarrillos. Aunque sigue fumando más de lo que debiera el siempre se excusa, ahora solo tres pitillos al día hombre.
Hoy quería que conocieseis a este personaje de risa contagiosa y tos delicada. Un hombre que durante veintitantos años ha trabajado para nuestro país y que pese a trabajar en una Embajada no pisa suelo diplomático, qué vergüenza. Este año ha pasado mucha y muy variada gente por mi vida pero sé que dentro de unos años, cuando vuelva la vista atrás y piense en los indonesios en general, mis recuerdos se centrarán en este personaje tan particular. En Ace, un tipo genial.

lunes, 8 de septiembre de 2008

3 min 10 seg

El otro día cansado de esperar me dio por pensar en qué cosas se pueden hacer en 190 segundos y esto es lo que salió...
- Escuchar cualquiera de estas canciones en mi iPod…- O por ejemplo, estas dos seguidas...- Mandarle un mail a Escher preguntando por cosas que puedes hacer en 190 segundos y contar con te responderá antes de 3 minutos y 10 segundos.
- Repetir la misma palabra una y otra vez hasta que solo suene a un montón de sonidos puestos juntos.
- Buscar, cargar y ver dos vídeos en youtube (uno detrás de otro)…


...y aún te sobra algo de tiempo para repetir unas cuantas veces “I dare you! I double dare you mothafucker!” hasta conseguir el acento de Samuel L. Jackson

Y cómo la inspiración me fallaba os he preguntado a vosotros… ¿Qué cosas puedes hacer en 190 segundos?


Escher dijo, chato? no te entiendo... en qué plan?? se te fue la olla? has petado? te vas a acabar comiendo el pasaporte para que no te saquen de Yakarta? (caso real sucedido en Kiev)
Lolo dijo, ver 19,60 veces la final de los 100 metros lisos de Pekín 2008
El Rubens dijo (entre muuuuchas otras cosas), echarse un eructo de competición de los que tu siempre has sabido hacer, plantar un pino, mirar un pivón en tu oficina, mirar un pivón por la calle, mirar un pivón, (…) plantar un pino y hacer un perfect.
Raúl dijo, pasar 3 minutos intentando no pensar en pinguinos
Luis dijo, bajarte el último disco de Bustamante y… bueno, contestar a este mail
Roberto dijo, pero son para hacerlas tú solo, o con más gente?
Escher, escribió de nuevo y dijo, jo! sólo se me ocurren guarradas :(...¿y qué más cosas se te ocurren a ti?

martes, 2 de septiembre de 2008

De Cine

Por aquí lo llaman bioskop y, aunque no he ido mucho, he caído en la cuenta de que ir al cine en Yakarta tiene sus ventajas y sus desventajas. Lo mejor de todo es, sin duda alguna, el precio. Por apenas un euro y medio entre semana, y 2 euros el fin de semana te puedes ver una peli. Tirado.

Las salas son todas muy nuevas, las pantallas gigantes y las butacas muy cómodas. Aunque entre sesión y sesión me colé en una para hacer una foto, no he tenido el placer de acudir a una de las salas especiales, o velvet auditorium, en las que disfrutar de la película (o de tu pareja) tirado en una cama, con mesita y servicio de camareros incluido durante toda la sesión. En la página web lo venden además con fluffy pillows y warm and comfy blankets. Espero que limpien las babillas después de cada sesión porque aquí mis amigos los indonesios se quedan dormidos hasta en las motos, menudas siestas se tiene que echar el personal.La mayor desventaja es la escasa oferta de películas de calidad. Casi todas las cintas occidentales que se estrenan en Yakarta son comedias americanas estúpidas y películas de terror aún más estúpidas. A esta gente les chifla el estilo “sé lo que hiciste el último verano” (concepto que no deben entender muy bien porque aquí siempre es verano).

Pero lo que más llama la atención cuando vas al cine es la censura. En Indonesia existe una junta censora dispuesta a meterle la tijera a cualquier escena de contenido sexual, sin preocuparse por la estética del resultado final. Al comienzo de cada película aparece un mensaje indicando que el film ha pasado por la censura. De esta forma, una película tan inocente como “Amor en tiempos de cólera” dura aproximadamente 10 minutos menos en Indonesia que en su versión original, hecho que provoca no solo el que te pierdas alguna tetilla (muy importante) sino que termines perdido en la trama (un detalle sin mayor importancia si lo que has ido a ver son las tetillas).En definitiva, una muestra más de la intolerancia de la que a veces hace gala Indonesia, un país de enormes contradicciones en el que, por ejemplo, no existe edad mínima para comprar tabaco o alcohol, o en el que los restaurantes no sirven ni siquiera cerveza durante el ramadán (para más información, consulte la nota sectorial El Mercado del Vino en Indonesia por David de Andrés).

miércoles, 27 de agosto de 2008

Tratando de Conocer el Mundo

Al convertirte en becario ICEX tu vida da un vuelco en muchos sentidos. En poco tiempo tienes que acostumbrarte a una nueva ciudad, a otros amigos y a otro clima. A vivir alejado de tu familia, tus costumbres y tus hábitos. Se puede decir que el becario ICEX nace de nuevo a la edad de veintitantos y, como un recién nacido, lo hace sin saber dónde ni cómo. El destino decide en qué parte del mundo vivirá y, si me pones, hasta qué amistades tendrá.

Al crecer, el becario ICEX se va a haciendo a su país. Casi casi te vas haciendo de ese país. El aterrizar en este o en aquel otro país te da la posibilidad de descubrir esa tierra no como turista sino (casi) como local. En mi caso haber nacido en Yakarta me ha dado la posibilidad de conocer Indonesia desde dentro, como uno más.

El fin de un becario ICEX es conocer mundo (al menos eso fue el objetivo que yo me propuse) y quién sabe si tratar de entenderlo un poquito más. Por lo que viajar se convierte en imperativo. Hace poco he vuelto de mis vacaciones por Vietnam. Siete días sin parar (quién dijo vacaciones?) entre Saigón, Hanoi y alrededores, Sapa y la Bahía de Halong.
Una de las imágenes que se me queda grabada con más fuerza en cada viaje es la primera, y ésta suele coincidir con alguna vista aérea momentos antes del aterrizaje. Esta vez la instantánea era de color marrón barro. Se trataba de un río zigzagueante con un caudal inmenso que bañaba las áreas industriales de Ho Chi Minh City, la antigua Saigón, la capital del Sur. Iba a decir que, por asociación, ese color y ese río me recordaron a la guerra de Vietnam, pero para ser más exactos diré simplemente que a lo que en realidad me recordó fue a las películas americanas sobre la guerra de Vietnam. Por suerte esa asociación desapareció en cuanto puse un pie fuera del avión y salvo durante una fugaz visita al Museo de las Atrocidades Perpetradas por el Ejercito Americano, no volvió a aparecer de nuevo.

Por suerte, decía, el Vietnam que descubrí era mucho más interesante y antiguo al que conocía de las películas. De la moderna Ho Chi Minh viajamos a la más casera Hanoi, a su barrio antiguo y sus mercadillos, a su teatro de marionetas en el agua y su excursión a las pagodas.


Catorce horas nos llevó recorrer en tren los 380 kilómetros que la separan de la frontera con china. Un viaje amenizado por señoras vietnamitas en pijama y bolsas de acelgas en los maleteros. Un viaje largo que, sin embargo, repetiría con los ojos cerrados para conocer Sapa, un pequeño pueblo en las montañas, hogar de los Black H´mong y los Red Dzao. Lugar místico cubierto siempre de nubes bajas e interminables terrazas de arroz.
La leyenda dice que hace mucho tiempo, cuando los vietnamitas luchaban contra los invasores chinos, los dioses enviaron a una familia de dragones para que defendieran el territorio. La leyenda dice que las piedras y las joyas que escupieron los dragones se convirtieron en miles de islas y conformaron lo que hoy conocemos como la Bahía de Halong.Vietnam es un país increíble, lleno de contradicciones y lugares de ensueño. Lo peor del viaje ha sido la sensación que me he traído en la maleta de haber pasado siete días de turista en una tierra extraña. De no haber podido conocer más a fondo este maravilloso país. De no haber sido capaz ni de dar las buenos días. Lo peor de todo ha sido caer en la cuenta de que probablemente esta sensación me acompañe de aquí en adelante y para el resto de mis viajes. Y lo raro es que esta sensación no la había tenido nunca. Jamás me había parado a pensar en si durante mis viajes era más o menos turista.

Por eso no quiero hablar más de Vietnam. Porque no la conozco y no puedo juzgarla. En este tiempo he caído en la cuenta de que no es posible disfrutar de un país con una cultura y una tradición tan diferente al nuestro en una visita que apenas dura una semana (o dos, o un mes). Qué frustración saber que no perteneces a ese lugar, que no lo entiendes, que a menos que te vayas a vivir allí y lo explores a fondo nunca tendrás la oportunidad de conocerlo, de sentirte uno más y de sentirlo dentro. Aunque peque de ingenuo, solo me he dado cuenta ahora de lo difícil que resulta conocer mundo y de que existe una diferencia abismal entre visitar y conocer. Qué amarga sensación descubrir que tenemos tanto de turistas y tan poco de viajeros.

miércoles, 13 de agosto de 2008

jueves, 7 de agosto de 2008

Indosincrasia en el Servicio

Poniendo voz de Coco… Hoy vamos a hablar de nuestra amiga, la higiene. Y no de higiene en general sino de la higiene al excretar. Por eso, tal vez no debería empezar esta entrada al etilo Barrio Sésamo sino en un tono mucho más serio, en modo presentador de telediario de cuando éramos pequeños, poniendo cara de gravedad y advirtiendo… las siguientes imágenes pueden herir la sensibilidad de nuestros telespectadores ¿Ya no dicen estas cosas verdad?

Una de las primeras cosas que te llama la atención de Indonesia es una pequeña manguerita que cuelga de uno de los extremos de las tazas de váter (o de los váteres, se dice así? tanto utilizar esta palabra, y no solo en su forma escrita, ejem! y no sé ni escribirla). Bueno, se trata de un artilugio de goma, dispositivo dirían algunos, con el cual los musulmanes se limpian el trasero después de hacer sus necesidades. Aunque a primera vista parece bien simple, la fuerza y la presión con la que sale disparada el agua hacen que mi mente estrecha aún no comprenda del todo su funcionamiento. En mi opinión no estaría de más que, al igual que en los secadores de mano, se ofreciesen unas pequeñas indicaciones sobre su uso y, por qué no, algún dibujito explicativo. A mi modo de ver el procedimiento debe ser parecido al siguiente, aún sentado en la taza introducir la manguera por el huequito que queda entre las piernas, jaaarl! y aplicar sobre una de las manos. Nunca directamente sobre la zona cero o área a higienizar. El disparar directamente sobre el objetivo puede convertir el asunto en una bomba de racimo, advertiría el manual. Sin querer entrar en más detalles, otra de las cosas que te sorprenderán es lo larga que los indonesios se dejan la uña del dedo meñique. Algunos dicen que la usan para poner el intermitente sin necesidad de retirar la mano del volante. Mentira, os digo yo, los indonesios no ponen los intermitentes, quizá las usen para raspar las zonas de difícil acceso o conseguir un mejor acabado pero bueno, yo sí que había dicho que no iba a profundizar, verdad? Sea como sea, recuerda que, por muy sucia que tengan la mano derecha, al saludar a un musulmán nunca debes estrechar su mano izquierda.
El váter de la oficina carece de manguera, no obstante se encuentra en territorio español, qué cojones de manguerita! Lo que nosotros tenemos, contiguo a la taza del váter, es un bidé (o se dice bidet? esta palabra la uso mucho menos y tampoco sé cómo se escribe, Ay!) que los empleados locales, aún recelosos del papel higiénico, utilizan como suplemento del chorro. Aún recuerdo que, al poco de llegar, no era raro encontrarme con el suelo del baño empapado y, misteriosamente, siempre era alrededor del bidé. Yo miraba al suelo encharcado y la única explicación que encontraba provenía de una escena en la que Paul Hogan investiga el servicio de un hotel en Nueva York. Al poco entendí el significado de aquello, los indonesios gustan de hacer chafún! al utilizar el bidé.

La higiene en este país no conoce fronteras y al visitar un baño público encontrarás otros elementos que llamarán tu atención. Véase el típico vasito de agua encima de los inodoros o los lavabos a ras del suelo. Los primeros se utilizan para lavarse después de orinar. Refrescante a la vez que relajante, si se te va caer la gotita en el calzoncillo, que al menos sea de agua y no de aguita amarilla. Los segundos sirven para lavarse los pies antes de la oración. Las únicas toallas que se ven en los lavabos se utilizan para el secado de los pies pero no resulta raro encontrarse a un guiri despistado utilizándola para secarse las manos y lo que es peor, para secarse la cara.

Bueno, haciendo balance y tratando de sacar alguna conclusión de tanta escatología gratuita, podemos concluir que, en cuanto al lavado genital se refiere, los indonesios están a años luz de nosotros. Yo mismo no estaba muy convencido de ello pero un indonesio me dijo una vez, y si os conformáis con un trocito de papel para limpiaros el culo ¿por qué os laváis las manos con agua? Es que acaso no te llega con el papel. Touché, pensé yo.

viernes, 1 de agosto de 2008

Noleenseñesamimadre... el Vídeo

Título: Jakarta, Any Given Day
Lugar: Yakarta
Día: Cualquiera

lunes, 28 de julio de 2008

Un Año Sin Decirle Nada

Hoy, mientras veía una película americana, me he encontrado por sorpresa con unas imágenes de Madrid, la ciudad desde la que hoy hace un año abrí por primera vez las páginas de este blog. Ha sido casi al final y sin previo aviso, un vuelo directo desde Nueva York y de pronto, a escasos centímetros de mi, en la pantalla del ordenador, ahí estaba la Calle Alcalá. Sin excesivo tráfico y con frío de otoño, como a mi me gusta recordarla. La imagen me ha desconcertado y por un momento he tenido la sensación de que era yo quien estaba allí plantado, ensimismado con el espectáculo a la salida de la estación del Banco de España, intentando leer la palabra Metrópolis del edificio que da paso a la Gran Vía, mi rincón favorito.

A lo largo de estos meses he escrito cosas estupendas sobre un montón de sitios, Bangkok, Melbourne, Ubud… mi propia lista de, con permiso de Edu, ciudades invisibles. Lugares fantásticos a los que he tenido la suerte de viajar por esta parte del mundo y en los que he dejado un poquito de mi. Ahora, una película me arranca un párrafo sobre Madrid (mi Madrid! que es tener todo y no tener nada), el lugar donde, no importa ni el desde ni el cuándo, siempre volveré. Pero en realidad esta entrada, la del aniversario, estaba dedicada a otra ciudad, una un poquito menos acogedora y un poquito más caótica. Una ciudad que uno nunca podría imaginar con frío en otoño ni con frío en mil años. Pongamos que hablo de… Yakarta.

Pero qué decir de una ciudad a la que mil veces me he referido con vosotros de testigo como “el agujero”. Para empezar puedo decir que a Yakarta vine a vivir y no de visita. Que no vine por trabajo ni por capricho (bueno, quizá por capricho de un tal del Castillo), que lo hice para aprender y para crecer, para entender un poquito mejor este mundo en el que vivimos. Y Yakarta, como profesora, no te decepciona. Aquí he aprendido entre otras cosas a montar en moto, a soportar el calor húmedo, a que no todo sale siempre bien a la primera. Pero sobre lo que más ha hecho hincapié la profe ha sido sobre el carácter alegre de sus gentes. Es verdad que aquí el aire es irrespirable, que apenas hay aceras por las que andar, que solo hay un parque en toda la ciudad y que el tráfico es siempre horrible. Pero Yakarta no son sus edificios ni sus humos. Tampoco los políticos corruptos que la mantienen junto a toda Indonesia hundida en el pozo. No, Yakarta es su gente, sus millones de habitantes, los niños de los semáforos, la gente durmiendo en la calle, los corrillos de hombres sentados en cuclillas, los vendedores de fruta y los conductores de Ojek. La Señora de Correos y los vigilantes de la Embajada, la Pedmantu, los chavales de la pachanga de los miércoles y los empleados de los billares. Gente, gente y más gente a la que le ha tocado vivir aquí, en la otra cara de la moneda. Igual que tu y yo nacimos allí, sin ninguna culpa ninguna, millones de personas, igual de inocentes que nosotros, lo han hecho aquí, sin la mitad de posibilidades y recursos pero con sonrisas el doble de grandes.
Por eso hoy, justo un año después de aquella primera entrada “Yakarta… y eso dónde está?”, quería revelarme contra ese yo que tanto ha renegado de esta ciudad que tan bien me ha tratado. Quizás he madurado o quizás he terminado por abrir los ojos, o a lo mejor es que simplemente me asusta, ahora que el tiempo se acaba, la idea de no corresponderla como se merece y no darle al menos algo a cambio de todo lo que ella me ha dado. Por eso hoy, como homenaje a mi ciudad de acogida y como homenaje a un todo un año de noledigasamimadre, cuelgo unas fotos que he ido sacando durante algún tiempo y que espero que os gusten y os ayuden a comprender por qué de repente le he cogido tanto cariño a esta ciudad.

Mikel es un escritor que ha acabado viviendo en Yakarta, como tantos otros, por amor. Al poco de conocerle me dijo con su acento de vasco bonachón que cualquiera podía escribir algo bueno en esta ciudad, que bastaba con describir a aquel personaje o aquella tienducha para tener algo medianamente bueno. La inspiración te viene simplemente con abrir los ojos, me dijo. Con esto quiero decir que seguramente las fotos no valen nada pero que si os gustan u os aparecen interesantes es gracias a este maravilloso lugar. Yo sólo soy el mensajero. A Yakarta, la ciudad en la que tanto dejo y de la que tantísimo me llevo.

jueves, 24 de julio de 2008

Al Turrón!!!

Increíble pero cierto. Según leo en la noticia, el Grand Prix lleva más de cuatro años en pantalla y goza de una gran popularidad. El programa se emite en Indonesia de lunes a viernes a mediodía, de forma ininterrumpida. Como Los Simpsons, vaya.

Me imagino que a un japonés se le quedará la misma cara de sorpresa al enterarse de la fama que un programa como Takesi´s Castle (Humor Amarillo) despertó en España.

Y lo que me viene a la cabeza es si harán una traducción fiel de los programas o si en cambio doblan las voces e inventarán nombres y personajes como hacíamos nosotros con Humor Amarillo ¿Será Ramonchu el General Tani? ¿habrán inventado algún apodo parecido al del chino cudeiro para personajes que destaquen por su especial torpeza? ¿Existirá la figura de Pepe Livingstone tratando de llevarse a la caravana a las concursantes? ¿y Pinky-winky? ¿habrán puesto nombres tan divertidos a las pruebas como “las zamburguesas”, “el laberinto del chinotauro” o “los cañones de Nakasone”? (…) ¿Saltarán los concursantes al ruedo al grito de “Al turróóóóón!!!”?

Y con lo que realmente me quedo es que al final, indonesios y españoles, no somos tan diferentes.

viernes, 18 de julio de 2008

Swow Me The Money

Hay veces en que uno no tiene nada que contar. A medida que beca y tiempo avanzan a ritmo constante se va haciendo más complicado encontrar situaciones divertidas que te enciendan la bombillita que luego te anima a pararte y escribir. El caso es que llega un momento en que las cosas dejan de llamarte la atención, que te encuentras tan en tu salsa que, claro, terminas por quedarte sin tonterías que contar.

Hace ya unas semanas que apareció esta noticia en El País y con buen ojo decidí guardarla para futuribles momentos de sequía. Sin entrar a valorar semejante gansada os cuento que también no hace mucho tuve que pagar 6 meses de alquiler de casa y que ese fue el momento en que se me encendió la bombillita.

Os explico. La moneda indoensia es la rupia y desde la crisis que afectó al sudeste asiático en la década de los 90 se encuentra fuertemente devaluada. Tanto que al llegar al país uno tiene la impresión de ser inmensamente rico y acaba con la cartera deformada de tanto billete que lleva encima. Os hago una pequeña cesta de precios:

- Entrada de cine: 30.000 IDR
- Precio de saltarte un semáforo: Dependiendo de tu poder de negociación y la mala leche del policía en cuestión, entre 50.000 IDR y 200.000 IDR
- Ron con Cocacola: 70.000 IDR
- Carrera de una hora en taxi: 100.000 IDR
- Hora y media de masaje: 285.000 IDR
- Moto de segunda mano: 7.500.000 IDR
- 6 meses de alquiler: 24.000.000 IDR

La gracia del asunto es que pese a que existen billetes de 100.000 rupias estos son más raros de ver que un billete de 500 euros en España. El billete más grande que te da un cajero es de 50.000 y el máximo que puedes sacar por operación es 1.500.000.

Por eso, el día que tuve que sacar dinero para pagar la casa no dejaba de mirar de un lado para otro, parecía que iba a atracar el banco. Te acercas al cajero, rezas porque tenga todo el dinero que necesitas y comienzas la sangría. Alrededor de media hora es el tiempo que tardas en sacar 24.000.000 de rupias, de comerte 16 Menús de English Language, de retirar 16 fajos de dinero y 16 comprobantes de papel. Te obligan a teclear 16 veces tu número secreto, cuatro dígitos con los que terminarás por soñar. Tal es la cola que montas que la calle acaba por parecerse a un anuncio de la ONCE.

Camino a casa te agarras fuerte a tu mochila, como si fuera tu vida. Una vez allí echas el pestillo, te sientas delante de una mesa bajita y te pasas casi una hora haciendo montoncitos de dinero, con la música a tope y una cerveza que termina por calentarse, en plan película de Tarantino. Cuando llaman a la puerta piensas que ojalá tuvieras una pistola. Toc-Toc-Toc. Es tu casero, el del parecido al chino malo del Equipo A. No habla ni papa de inglés pero tiene unos dedos muy habilidosos y en apenas cinco minutos ha contado todo el dinero y se ha largado. Visto y no visto.Entonces te sientas en el sofá y te quedas con la sensación de que te han desplumado. De que te han estafado. No sabes cuánto cuesta la casa en la que vives pero... Vaya palo me ha dado, piensas, seguro que no vale ni la mitad de lo que se ha llevado el chino. Por suerte esa sensación se pasa enseguida. Con la mente fría vuelves a la realidad y te alegras mucho por vivir en un país tan asquerosamente barato y no tanto de seguir siendo tan pobre como lo has sido siempre.

lunes, 14 de julio de 2008

Kakadu National Park – Visitor Guide

Cómprate dos billetes de avión y prepara el viaje sin demasiada antelación. Escápate de la oficina y llega al aeropuerto con los dedos cruzados. Reza por que te dejen volar.

Una observación superficial a las azafatas bastará para descubrir como la Línea Wallace afecta no solo a la flora sino también a la fauna. Las de aquí todo sonrisas, atractivas y serviciales. Con casi uno noventa de estatura y muslos a lo Roberto Carlos las de allí no son para nada sensuales ni agradables, pero ellas lo intentan. Cambia de avión, de azafatas y de continente, y un Terima Kasih por un Thank´s mate.

Piérdete en una ciudad de cuatro calles y nombre de biólogo inglés. Cómprate una tienda, dos esterillas y una linterna. Consigue dos almohadas por aquello de compensar. Entra en un supermercado y muérdete los labios ¿te acuerdas cómo era la comida de verdad?

Alquila un coche y hazle mil kilómetros. Elige una letra y memoriza mil películas. Haz un curso intensivo de aborigen elemental. Aprende el significado de la palabra Billabong y tuerce el morro al descubrir que Walkabout Creek solo existe en la gran pantalla. Deja que te enseñen cuál es la diferencia entre el Top End y el Outback.Monta la tienda en un camping cualquiera y conviértela en tu hogar. Que no te preocupe llenarte de mierda, ya encontrarás otro con piscina y agua caliente en el que descansar y purgarte. Visita lugares habitados desde hace mucho tiempo y dobla la cabeza para observar grafitis con 20.000 años de antigüedad. Come cocodrilo y cuidate de no atropellar algún canguro despistado. Trata de decir Anbangnag, Nawurlandja y Ngurrunngurrudjba muy rápido y sin reírte.

Mete el coche en el Rally de Australia del Colin Mc Rae (atención resalto!!!) y rompe los bajos en una pista de gravilla. Contrata una excursión de finales abiertos y cataratas de más de 200 metros de altura. Navega por el East Alligator River y conviértete en Cocodrilo Dundee. O en Sue Charlton. Abre los ojos y mira cuántos pájaros ¿es aquello una Anaburra?Al final del viaje recógelo todo y escribe un cartel que diga Free Stuff. Colócalo junto a la tienda, la linterna y las esterillas y regala un sombrero y una gorra. O mejor los dos. Aparca el coche, llena el depósito y quita el celo que sujetaba los bajos. Devuelve las llaves y ruega porque no se note. Apúntalo todo, personajes, frases y risas. Cierra el diario y quédate con la chica.