miércoles, 27 de agosto de 2008

Tratando de Conocer el Mundo

Al convertirte en becario ICEX tu vida da un vuelco en muchos sentidos. En poco tiempo tienes que acostumbrarte a una nueva ciudad, a otros amigos y a otro clima. A vivir alejado de tu familia, tus costumbres y tus hábitos. Se puede decir que el becario ICEX nace de nuevo a la edad de veintitantos y, como un recién nacido, lo hace sin saber dónde ni cómo. El destino decide en qué parte del mundo vivirá y, si me pones, hasta qué amistades tendrá.

Al crecer, el becario ICEX se va a haciendo a su país. Casi casi te vas haciendo de ese país. El aterrizar en este o en aquel otro país te da la posibilidad de descubrir esa tierra no como turista sino (casi) como local. En mi caso haber nacido en Yakarta me ha dado la posibilidad de conocer Indonesia desde dentro, como uno más.

El fin de un becario ICEX es conocer mundo (al menos eso fue el objetivo que yo me propuse) y quién sabe si tratar de entenderlo un poquito más. Por lo que viajar se convierte en imperativo. Hace poco he vuelto de mis vacaciones por Vietnam. Siete días sin parar (quién dijo vacaciones?) entre Saigón, Hanoi y alrededores, Sapa y la Bahía de Halong.
Una de las imágenes que se me queda grabada con más fuerza en cada viaje es la primera, y ésta suele coincidir con alguna vista aérea momentos antes del aterrizaje. Esta vez la instantánea era de color marrón barro. Se trataba de un río zigzagueante con un caudal inmenso que bañaba las áreas industriales de Ho Chi Minh City, la antigua Saigón, la capital del Sur. Iba a decir que, por asociación, ese color y ese río me recordaron a la guerra de Vietnam, pero para ser más exactos diré simplemente que a lo que en realidad me recordó fue a las películas americanas sobre la guerra de Vietnam. Por suerte esa asociación desapareció en cuanto puse un pie fuera del avión y salvo durante una fugaz visita al Museo de las Atrocidades Perpetradas por el Ejercito Americano, no volvió a aparecer de nuevo.

Por suerte, decía, el Vietnam que descubrí era mucho más interesante y antiguo al que conocía de las películas. De la moderna Ho Chi Minh viajamos a la más casera Hanoi, a su barrio antiguo y sus mercadillos, a su teatro de marionetas en el agua y su excursión a las pagodas.


Catorce horas nos llevó recorrer en tren los 380 kilómetros que la separan de la frontera con china. Un viaje amenizado por señoras vietnamitas en pijama y bolsas de acelgas en los maleteros. Un viaje largo que, sin embargo, repetiría con los ojos cerrados para conocer Sapa, un pequeño pueblo en las montañas, hogar de los Black H´mong y los Red Dzao. Lugar místico cubierto siempre de nubes bajas e interminables terrazas de arroz.
La leyenda dice que hace mucho tiempo, cuando los vietnamitas luchaban contra los invasores chinos, los dioses enviaron a una familia de dragones para que defendieran el territorio. La leyenda dice que las piedras y las joyas que escupieron los dragones se convirtieron en miles de islas y conformaron lo que hoy conocemos como la Bahía de Halong.Vietnam es un país increíble, lleno de contradicciones y lugares de ensueño. Lo peor del viaje ha sido la sensación que me he traído en la maleta de haber pasado siete días de turista en una tierra extraña. De no haber podido conocer más a fondo este maravilloso país. De no haber sido capaz ni de dar las buenos días. Lo peor de todo ha sido caer en la cuenta de que probablemente esta sensación me acompañe de aquí en adelante y para el resto de mis viajes. Y lo raro es que esta sensación no la había tenido nunca. Jamás me había parado a pensar en si durante mis viajes era más o menos turista.

Por eso no quiero hablar más de Vietnam. Porque no la conozco y no puedo juzgarla. En este tiempo he caído en la cuenta de que no es posible disfrutar de un país con una cultura y una tradición tan diferente al nuestro en una visita que apenas dura una semana (o dos, o un mes). Qué frustración saber que no perteneces a ese lugar, que no lo entiendes, que a menos que te vayas a vivir allí y lo explores a fondo nunca tendrás la oportunidad de conocerlo, de sentirte uno más y de sentirlo dentro. Aunque peque de ingenuo, solo me he dado cuenta ahora de lo difícil que resulta conocer mundo y de que existe una diferencia abismal entre visitar y conocer. Qué amarga sensación descubrir que tenemos tanto de turistas y tan poco de viajeros.

miércoles, 13 de agosto de 2008

jueves, 7 de agosto de 2008

Indosincrasia en el Servicio

Poniendo voz de Coco… Hoy vamos a hablar de nuestra amiga, la higiene. Y no de higiene en general sino de la higiene al excretar. Por eso, tal vez no debería empezar esta entrada al etilo Barrio Sésamo sino en un tono mucho más serio, en modo presentador de telediario de cuando éramos pequeños, poniendo cara de gravedad y advirtiendo… las siguientes imágenes pueden herir la sensibilidad de nuestros telespectadores ¿Ya no dicen estas cosas verdad?

Una de las primeras cosas que te llama la atención de Indonesia es una pequeña manguerita que cuelga de uno de los extremos de las tazas de váter (o de los váteres, se dice así? tanto utilizar esta palabra, y no solo en su forma escrita, ejem! y no sé ni escribirla). Bueno, se trata de un artilugio de goma, dispositivo dirían algunos, con el cual los musulmanes se limpian el trasero después de hacer sus necesidades. Aunque a primera vista parece bien simple, la fuerza y la presión con la que sale disparada el agua hacen que mi mente estrecha aún no comprenda del todo su funcionamiento. En mi opinión no estaría de más que, al igual que en los secadores de mano, se ofreciesen unas pequeñas indicaciones sobre su uso y, por qué no, algún dibujito explicativo. A mi modo de ver el procedimiento debe ser parecido al siguiente, aún sentado en la taza introducir la manguera por el huequito que queda entre las piernas, jaaarl! y aplicar sobre una de las manos. Nunca directamente sobre la zona cero o área a higienizar. El disparar directamente sobre el objetivo puede convertir el asunto en una bomba de racimo, advertiría el manual. Sin querer entrar en más detalles, otra de las cosas que te sorprenderán es lo larga que los indonesios se dejan la uña del dedo meñique. Algunos dicen que la usan para poner el intermitente sin necesidad de retirar la mano del volante. Mentira, os digo yo, los indonesios no ponen los intermitentes, quizá las usen para raspar las zonas de difícil acceso o conseguir un mejor acabado pero bueno, yo sí que había dicho que no iba a profundizar, verdad? Sea como sea, recuerda que, por muy sucia que tengan la mano derecha, al saludar a un musulmán nunca debes estrechar su mano izquierda.
El váter de la oficina carece de manguera, no obstante se encuentra en territorio español, qué cojones de manguerita! Lo que nosotros tenemos, contiguo a la taza del váter, es un bidé (o se dice bidet? esta palabra la uso mucho menos y tampoco sé cómo se escribe, Ay!) que los empleados locales, aún recelosos del papel higiénico, utilizan como suplemento del chorro. Aún recuerdo que, al poco de llegar, no era raro encontrarme con el suelo del baño empapado y, misteriosamente, siempre era alrededor del bidé. Yo miraba al suelo encharcado y la única explicación que encontraba provenía de una escena en la que Paul Hogan investiga el servicio de un hotel en Nueva York. Al poco entendí el significado de aquello, los indonesios gustan de hacer chafún! al utilizar el bidé.

La higiene en este país no conoce fronteras y al visitar un baño público encontrarás otros elementos que llamarán tu atención. Véase el típico vasito de agua encima de los inodoros o los lavabos a ras del suelo. Los primeros se utilizan para lavarse después de orinar. Refrescante a la vez que relajante, si se te va caer la gotita en el calzoncillo, que al menos sea de agua y no de aguita amarilla. Los segundos sirven para lavarse los pies antes de la oración. Las únicas toallas que se ven en los lavabos se utilizan para el secado de los pies pero no resulta raro encontrarse a un guiri despistado utilizándola para secarse las manos y lo que es peor, para secarse la cara.

Bueno, haciendo balance y tratando de sacar alguna conclusión de tanta escatología gratuita, podemos concluir que, en cuanto al lavado genital se refiere, los indonesios están a años luz de nosotros. Yo mismo no estaba muy convencido de ello pero un indonesio me dijo una vez, y si os conformáis con un trocito de papel para limpiaros el culo ¿por qué os laváis las manos con agua? Es que acaso no te llega con el papel. Touché, pensé yo.

viernes, 1 de agosto de 2008

Noleenseñesamimadre... el Vídeo

Título: Jakarta, Any Given Day
Lugar: Yakarta
Día: Cualquiera