martes, 7 de octubre de 2008

...Y Que Este Blog No Acabase Jamás!

Visitar a mi abuela fue una de las primeras cosas que hice al llegar. La señora Dorotea, la misma que dejé agarrada a su bastón, seguía emperrada en que no me había marchado para trabajar y me recibió con un, mírale, ahí vuelve todo un hombre, con su mili hecha!

Ya ha pasado más de una semana desde que volví y si no he escrito antes ha sido porque de momento aquí me siento un poco fuera de lugar. Ha sido una temporada larga lejos de todo y si me paro a pensar en ello no logro comprender cómo es posible que un año parezca largo y corto a la vez. Largo al pensar en la distancia y las cosas que no tenía allí quizá, pero corto en el quehacer diario. La semana pasada me preguntaron si estaba contento por volver y después de pensarlo durante unos segundos contesté que sí pero que también estaba muy triste por dejar aquello. Aquí todo es tan diferente que me resulta imposible concebir la vida como lo hacía hasta hace bien poco. Con mi regreso he dejado muchas cosas atrás y creo que entre ellas se encuentra al autor (escritor me parece una palabra demasiado ambiciosa) del blog. Aquí llevo (llevamos?) un estilo de vida tan diferente que hacer según qué cosas carecen de sentido. Y es que si estando allí la vida de aquí parece irreal, desde aquí mi vida anterior parece aún mucho más lejana y ficticia, como un paréntesis de ensueño en una vida cualquiera. Y despertar de un sueño que comenzó con fecha de caducidad es lo que me toca, una vez vendida la moto, vivir ahora.
Despierto y me encuentro un cielo muy azul, un aire que da gusto respirar y unas calles que brillan de tan limpias que están. Madrid se ve tan pequeña y fenomenal desde el cielo como descomunal y excitante dejé Yakarta la última vez que la vi. Poner un pie fuera de la T4 resultaba, un año después, como pasear por la ciudad-decorado del Show de Truman, todo estaba en su sitio, no había basura por las calles, las madres paseaban a sus bebés en carritos y los coches, que no pitaban, apenas hacían ruido. Hasta los atascos parecen aquí más ordenados.

En apenas unos días esa sensación ha desaparecido casi por completo y de nuevo mi vida aquí se ha convertido en algo real, con un sobrino, El Pequeño Nicolás, de carne y hueso y una casa vacía imposible de amueblar. Un mundo en el que todo marcha, en apariencia y pese a la crisis, bien y desde el que hoy retomo a mi viejo hábito de escribir solo para enterrarlo, quién sabe si definitiva o temporalmente, escribiendo las últimas líneas del blog. Las escribo para no dejarlo cojo y porque estaría feo, después de tanto tiempo juntos y tanto camino recorrido, no darle el final que se merece. Pero si me siento a escribir es también para daros las gracias a vosotros, los devotos y los que solo curioseaban. Gracias a los firmantes y a los anónimos, y a los que recientemente me han escrito preguntando y el blog lo vas a dejar así de la mano de Dios? Ni traca final ni ná? Gracias por vuestros comentarios de ánimo y las exigencias de algunos que siempre comenzaban sus chats con un, actualización? Y, gracias sobretodo, por haber guardado el secreto y... no haberle dicho nada a mi madre.

Y mientras, aquí sigo esperando a recibir esa llamada que me devuelva a ese otro mundo, a esa otra realidad que ya no pienso como tal sino como ilusoria. Escurridiza. Lejana. Hoy me han llamado desde el lugar en que Rodri encontró a Irina pero yo aún miro mucho más lejos, allá donde la vista no alcanza. Ojalá pronto vuelva a escribiros desde aquí, eso significará que mis sueños se han hecho realidad. Qué bueno sería repetir y que bien estaría que este blog no acabase jamás.

Hasta siempre!