“Asia ha vivido en los últimos años la mayor y más exitosa transformación de la humanidad, sacando de la pobreza a millones de personas y mostrando al mundo que la miseria puede dejarse atrás. Hijos del monzón es la historia de quienes no han logrado subirse al tren de las oportunidades y que han sido a menudo aplastados por un modelo de sociedad que les ha hurtado la voz”
El año pasado me encontré con Las uvas de la ira escondido bajo un montón de ropa en mi maleta de Yakarta. Este año me he encontrado con otra sorpresa en la maleta de Kuala, otro libro, uno del que ya había oído hablar. Fue el verano pasado en Saigón, bebiendo una Tiger al calor de una olla llena hasta arriba de langostinos borrachos. Acabo de leer un libro, dijo Alex, que ha escrito el marido de mi tía (Carmen, descubriría yo meses después al leerlo) con diez historias sobre niños en diferentes lugares de Asia.
Ese mismo libro, decía, calló en mi maleta este año por sorpresa. Otro regalo más pero está vez de bienvenida y no de despedida. Lo leí de inmediato, devorando cada una de sus historias, algunas más amables, otras menos, todas devastadoras, comprobando una vez más lo diferente que puede llegar a ser la vida de una persona, dependiendo del lugar en el que nazca. Yo lo disfruté mucho, no sé si por la perspectiva que te da el haber vivido algún tiempo en Asia o porque su lectura ayuda a comprender un poco más la realidad del mundo en el que vivimos. Probablemente es que simplemente se trate de un buen libro.
Es verdad que en ocasiones tiene cierto aire a blog y que de cuando en cuando te tropiezas con una frase de esas lapidarias que parecen sacadas de una mala película de Hollywood pero en general creo que su lectura merece la pena.
Con el autor, David Jiménez, comparto, además de nombre, un amigo común, uno del que precisamente ya os he hablado a vosotros. Imaginaros mi sorpresa al leer entre revueltas estudiantiles y tiros al aire el nombre de Ace, enfrascado una vez más en la tarea de echar una mano a un desconocido. El mismo tipo genial de siempre con su risa fácil y sus guarrerías a lo Pajares seguramente le contaría al David periodista sus chascarrillos de siempre aprendidos en la costa del Sol. El mismo Ace que yo conozco y que al leer el libro y leer su nombre me trajo muchos recuerdos a la cabeza y hasta un cierto orgullo por conocer a uno de los protas de la historia.
Bueno, que sólo quería hablaros del libro y recomendarlo como regalo de navidades y ya me estoy liando. Si alguien lo lee alguna vez que me cuente a ver qué le ha parecido, ok?
El año pasado me encontré con Las uvas de la ira escondido bajo un montón de ropa en mi maleta de Yakarta. Este año me he encontrado con otra sorpresa en la maleta de Kuala, otro libro, uno del que ya había oído hablar. Fue el verano pasado en Saigón, bebiendo una Tiger al calor de una olla llena hasta arriba de langostinos borrachos. Acabo de leer un libro, dijo Alex, que ha escrito el marido de mi tía (Carmen, descubriría yo meses después al leerlo) con diez historias sobre niños en diferentes lugares de Asia.
Ese mismo libro, decía, calló en mi maleta este año por sorpresa. Otro regalo más pero está vez de bienvenida y no de despedida. Lo leí de inmediato, devorando cada una de sus historias, algunas más amables, otras menos, todas devastadoras, comprobando una vez más lo diferente que puede llegar a ser la vida de una persona, dependiendo del lugar en el que nazca. Yo lo disfruté mucho, no sé si por la perspectiva que te da el haber vivido algún tiempo en Asia o porque su lectura ayuda a comprender un poco más la realidad del mundo en el que vivimos. Probablemente es que simplemente se trate de un buen libro.
Es verdad que en ocasiones tiene cierto aire a blog y que de cuando en cuando te tropiezas con una frase de esas lapidarias que parecen sacadas de una mala película de Hollywood pero en general creo que su lectura merece la pena.
Con el autor, David Jiménez, comparto, además de nombre, un amigo común, uno del que precisamente ya os he hablado a vosotros. Imaginaros mi sorpresa al leer entre revueltas estudiantiles y tiros al aire el nombre de Ace, enfrascado una vez más en la tarea de echar una mano a un desconocido. El mismo tipo genial de siempre con su risa fácil y sus guarrerías a lo Pajares seguramente le contaría al David periodista sus chascarrillos de siempre aprendidos en la costa del Sol. El mismo Ace que yo conozco y que al leer el libro y leer su nombre me trajo muchos recuerdos a la cabeza y hasta un cierto orgullo por conocer a uno de los protas de la historia.
Bueno, que sólo quería hablaros del libro y recomendarlo como regalo de navidades y ya me estoy liando. Si alguien lo lee alguna vez que me cuente a ver qué le ha parecido, ok?
1 comentario:
Dei, ya tengo tu regalo de cumpleaños!!! Jejeje
Lo leeré y opinaré...
Un beso chinaooooooo
Publicar un comentario