viernes, 28 de marzo de 2008

World Cup 6´ers 2008 Draw

Por fin, un día antes del campeonato, me han mandado la configuración de los grupos. Qué pena que no los tuviese antes, podría haber organizado un porrametrix al estilo PBL. Seguro que se la hubiese vuelto a llevar la madre de Ricardo.

Aquí os dejo algunos comentarios de uno de los chavales que ya jugó el año pasado (entre paréntesis los míos):

India: correosos y sobretodo bastante cerdos, jugamos el año pasado y perdimos 2 a 0 (¿ni a India ganamos?)
Italia: similar a nosotros (similar? será por el 4? ellos han ganado 4 mundiales y nosotros nunca pasamos de 4os.)
Gales: asequible (cómo India el año pasado, no?)
Chile: coco del grupo, cuenta con varios exprofesionales que jugaban en equipos indonesios. Mi duda es que tal vez lleven jugadores que no sean chilenos y tal vez haya que decir algo (eso, lo que no ganemos en el campo que lo hagamos en los despachos)

Si llegásemos a cuartos (ejem!) seguramente nos tocaría Inglaterra, Francia, Alemania o Camerún, los campeones del año pasado. Sea como sea, la semana que viene cuelgo una foto con la copa. O con las copas de después. Eso ya se verá.

martes, 25 de marzo de 2008

Mi Odisea

Algo había visto en el periódico pero no le había dado importancia. A las siete de la tarde del martes pasado me da por llamar a mi agente de viajes, Monan, un tipo simpático cuya oficina se reduce a un teléfono, un calendario y un lápiz. Tenemos un problema Mr. David, la aerolínea con la que tenía que volar mañana acaba de quebrar, Kaput!. Me dice que ya es muy tarde para comprar otro billete, que todo el mundo ha planeado las vacaciones con mucha antelación este año.

Decido dar un paseo a la desesperada por el aeropuerto. Al llegar me encuentro con las oficinas y los counter de Adam Air cerradas. Un letrero dice Closed. Me acerco a la Terminal 1. Visito uno por uno los mostradores de cada compañía. Air Asia, Batavia Airlines, Lion Air. Después toca la Terminal 2, Garuda, Merpati, Mandala. Imposible. Encontrar billete resulta a estas alturas un milagro. No lo podía creer. Tenía una cita en Bali a las diez de la noche del día siguiente, miércoles, y el primer billete que me ofrecían era para el viernes por la noche.

Andaba yo cabizbajo, sin esperanzas, cuando se me acercó el Sr. Lobo. Era un tipo alto y delgado con un excelente inglés. Me señala al billete de Adam Air que tengo en la mano y me dice que por 800.000 rupias puedo salir en un avión hacia Bali en treinta minutos. Así es Indonesia. Mañana trabajo y además no tengo el equipaje conmigo, le digo, pero toma, este es mi número de teléfono, si encuentras un billete para mañana llámame.

Vuelvo a casa y empiezo a barajar diferentes posibilidades. Mientras preparo la cena encuentro en internet la página de un autobús que cubre la ruta Yakarta-Bali en 24 horas. Desesperado llamo y reservo un billete para el día siguiente a las dos de la tarde. Por curiosidad entro en la web de Adam Air. No me sorprende ver banners parpadeando ofreciendo ofertas de última hora, Yakarta-Semerang 89.000 rupias, y exóticas azafatas sonrientes anunciando las nuevas rutas. Fun is in the Sky, dice.

Eran las nueve y media cuando se produjo el milagro. Suena el teléfono. El Sr. Lobo ha encontrado una plaza para un avión que sale en 40 minutos. Me asaltan las dudas. Mañana trabajo y llegar al aeropuerto en taxi me lleva una media 50 minutos. A la mierda todo, me digo, puede que sea mi última oportunidad.

Echar tres camisetas y dos bermudas en la mochila, coger la cámara de fotos, olvidarme las chanclas y las guías con las reservas de los hoteles. Ese fue el tiempo que tardé en subirme a un taxi. En el aeropuerto reconozco al Sr. Lobo que me entrega una tarjeta de embarque a mi nombre. No se de dónde la ha sacado ni si me puedo fiar de él pero no me queda otra. Le pago, cojo la tarjeta y corro. La sala de espera está abarrotada de gente y al llegar me ciegan los focos de una cámara de televisión. Están cubriendo la noticia del cierre de la compañía. ¿Qué opina del retraso de este vuelo señor? me pregunta un reportero chino. Estoy contento y feliz de que todo haya salido bien. Le sonrío y con aire de prepotencia le contesto que yo acabo de conseguir el billete. Me siento y espero. Excitado, escribo un sms a mi hermano. Lo que dice el mensaje ya lo sabéis, otra fanfarronada más. Ya solo me queda ser paciente.

A las dos de la mañana todo se viene abajo. El aeropuerto está vacío y muchas de las luces están apagadas. Aparecen tres tipos encorbatados y no me puedo creer lo que dicen. El avión no puede despegar porque nadie ha pagado la gasolina. Por qué no hacemos una colecta, le digo al indonesio que me pilla más a mano. Me resisto a aceptarlo. Discuto con unos y con otros pero allí nadie habla inglés. Al rato, cansado y desmoralizado, acabo de nuevo en la calle, con un billete para el día siguiente en una mano y una tarjeta de embarque para 3 horas antes en la otra que ya no valen nada.

Decido quedarme hasta que abra el aeropuerto y seguir intentando encontrar un billete. Si a media mañana no lo he conseguido el plan es coger el autobús de las 24 horas. Espero junto a un par de docenas de personas que se encuentran en mi misma situación. Allí conozco a John Baxter, un sudafricano de unos 65 años que se iba a convertir en mi compañero de viaje. Al poco me presenta a un indonesio que le ha prometido un asiento para un vuelo de Air Asia a las diez de la mañana. Al verme me promete a mi otro. Los regalan oiga!

Con el aeropuerto cerrado me sucedieron dos de las cosas más bizarras que acontecieron durante el viaje. A lo lejos me pareció ver al Sr. Lobo. Me acerco y, haciéndose el loco, comienza a caminar en sentido contrario. Solo le faltaba ponerse a silbar. Al gritarle se da la vuelta y me saluda. Me acerco, me sonríe y se disculpa. Me devuelve el dinero y me repite hasta la saciedad que el no sabía nada de la cancelación, lo cual me da pie a pensar precisamente lo contrario. Al rato, nuestro nuevo contacto, el tipo que promete vuelos con tanta alegría, me señala una furgoneta negra aparcada al final de la Terminal. Acércate, que allí hay unos tipos de Adam Air que te devuelven el dinero del billete. Incrédulo y temiendo por mi vida llego hasta la furgoneta. No puedo ver nada a través de los cristales tintados así que cierro los ojos y doy un toque a la ventanilla. Es casi un roce pero al momento aparece una china con un fajo increíble de billetes en las manos y un cigarrillo entre los labios. Extraordinario, en menos de una hora había recuperado todo el dinero que había invertido hasta el momento. Estaba preparado para empezar a apostar de nuevo.

A las cuatro abre el aeropuerto. Me dirijo al mostrador de Garuda y les explico que necesito llegar a Bali lo antes posible. Tenía una cita ¿recuerdan? Me meten en una waiting list y me dicen que una vez cerrado el check-in de cada vuelo comenzarán a llamar por orden a la gente apuntada. El Señor Baxter es el cuarto. Yo, el quinto. Ustedes, como yo, pensarán que la probabilidad de que entre 120 pasajeros una persona llegue tarde es bastante alta. Ustedes, como yo, pensarán además que si el vuelo sale a las cinco de la mañana dicha probabilidad se dispara. Y no sé ustedes, pero yo pensaba que si además los 120 pasajeros eran indonesios, caóticos y desorganizados como son, la probabilidad tendía a infinito. My goze in a pous, que diría uno que yo me sé. Ni una sola plaza libre en los primeros dos vuelos. Al tercero, por fin, hay un asiento vacío. Lo bueno es que ya solo me quedan cuatro. Lo malo es que ya son las ocho de la mañana y que (ustedes como yo) sabemos que las probabilidades de que alguien llegue tarde a un vuelo en pleno día se reducen.

Cansado de poner cara de bueno cada vez que cerraban el check-in y de ver como iban saliendo vuelos y más vuelos decido hacer uso de mi barita mágica. Mi documentación indonesia en la que dice que trabajo para el Kedutaan Besar Spanyol en Yakarta. Siento al Sr. Baxter en una silla de ruedas en la que se queda dormido casi al instante, y pregunto por el encargado. A ver jefe mire, yo, aunque tenga estas pintas, soy diplomático, lo pone aquí, ve? y aquí mi amigo, que está muy enfermo, necesita coger un connection flight desde Bali hacia Sidney a medio día. El tipo me mira, se lo piensa y me toma los datos. Haré lo que pueda Mister Andreas. Eso, encima cámbiame el apellido, le digo en español.

A las nueve de la mañana llega la hora de probar fortuna con el prometedor de vuelos. Cogemos un taxi y cambiamos de Terminal. Al llegar al mostrador de Air Asia nos encontramos con una chinita de cara de estreñida que nos dice que no conoce a ese señor y que no puede hacer nada por nosotros. El tipo se pone pesado, gesticula y grita en indonesio. La china amenaza con llamar a seguridad y de nuevo pienso que esto solo pasa en Inodonesia.

Mientras suena mi móvil. Mister Andreas? hay dos plazas en un vuelo hacia Surabaya dentro de veinte minutos ¿le interesa?Por fin estamos en el aire. No saldremos de Java en ese avión pero al menos estamos en el aire. Qué contento. Casi me daba lo mismo donde ir pero necesitaba salir de ese aeropuerto. Ahora sí, la-la-la, Fun is in the Air. Mister Baxter se queda dormido enseguida y yo que no he comido nada en las últimas 18 horas aprovecho los cincuenta minutos de vuelo para rebañar mi bandeja y empezar con la suya.

El plan A era intentar conseguir un vuelo de Surabaya a Bali. Tiempo: Media hora. Después a la playa. El plan B conseguir un coche que nos llevase hasta la costa oeste de Java y allí coger un ferry a Bali. Tiempo: indefinido. Como Murphy era indonesio aquí nada sale bien a la primera. A las once, recién aterrizados y con las pilas cargadas por el break-trough de haber volado nos dicen que el siguiente vuelo a Bali no sale hasta las cuatro de la tarde y que ya está lleno. Como ya me sabía lo de Murphy, antes de salir había llamado a Amir, un compañero de oficina, para que me buscará un conductor que nos llevara hasta el ferry.

Llamo a Yusuf, nuestro driver. Me entiendo con el en indonesio. Nos dice que no llegará hasta la una de la tarde y que nos cobra 600.000 rupias por el viaje. Al acercarnos a la tourist infrmation nos dicen que por qué no probamos a ir en autobús. Tarda lo mismo, sale cada hora y no os costará ni la mitad. Nos parece buena idea y camino de la estación en taxi llamo a Yusuf. Lo siento macho, pero nos vamos en autobús.

Al llegar a la estación nos encontramos con un vendedor de pipas y media docena de gallinas. Está vacía y un letrero escrito a mano decía que el siguiente autobús no sale hasta las cinco de la tarde. Parecía la letra de Murphy. Son las 12 de la mañana y no tenemos coche ni autobús. El Señor Baxter y yo nos miramos, nos entendemos y nuestras miradas se giran hacia el taxista. Éste, se frota las manos y con la mejor de sus sonrisas nos dice, 1.500.000 de rupias. Así que al final ni 200.000, ni 600.000. Un millón y medio. Olé!

El taxista parece contento y antes de salir propone parar en un mini-market a comprar provisiones. Sándwiches, coca-colas y chocolatinas. Me da la impresión de que es verano y que preparo un viaje a la playa con los amigos. Me doy cuenta de que mi acompañante empieza a estar realmente cansado. Su rostro parece haber envejecido una década desde que le conocí y al salir de la tienda me pregunta confuso que si no habíamos parado para coger el ferry.

Por delante quedan 7 horas de viaje por caminos de cabra y pueblos interminables. Adelantamos a un millón de motos y otras tantas nos adelantan a nosotros. Cruzamos bosques y montañas. A un lado dejamos el mar y al otro pobreza, mugre e inmundicia. A mitad de camino casi me pongo a rezar al ver por el retrovisor como se le cierran de sueño los ojos al taxista. En un par de ocasiones estamos apunto de salirnos de la maltrecha carretera y acabo por preguntarle que si quiere descansar un rato o que si quiere que conduzca yo. Prefiero descansar, dice. Paramos en una gasolinera y se marcha a los servicios.

Son las cinco y media de la tarde y comienza a anochecer. Aprovecho para estirar las piernas y dar una vuelta por el campo. Yo también estoy adormecido pero al volver me parece ver a nuestro conductor. Está de rodillas y con el cuerpo postrado sobre la tierra. Me pregunto si reza por algo en concreto.

Al llegar a la costa, nuestro destino por carretera, la suerte nos sonríe por primera vez. Son las siete de la tarde, noche cerrada, y el ferry sale en apenas media hora. Me doy cuenta de que hace 24 horas que salí de casa hacia al aeropuerto y que ya no sé ni cuándo es de día ni cuándo las noches son.

Sin embargo, los cálculos nos habían vuelto a fallar. De Banyuwangi a Gilimanuk en barco no se tardan tres horas sino una. Bien! Pero de Gilimanuk al aeropuerto de Denpasar, en Bali, no se tarda una hora sino tres. Buuu! Qué mismo da pensaréis, el orden de los sumandos no varía el resultado de la suma. Pues dejadme que os diga que lo hace cuando entre el primer y el segundo sumando hay un puerto vacío en el que es imposible encontrar un taxi o un autobús que te lleve a ninguna parte. Después de mucho suplicar, pasaporte diplomático contrarrestando el resto de mi apariencia, convenzo a un noruego para que nos acerque hasta el aeropuerto.

Y así llegamos a la última parte del viaje. Por carretera otra vez. Tres horas fáciles, sin tráfico, que se convirtieron en cuatro por la torpeza de un conductor indonesio que nunca supo dar con el camino correcto. Cuatro horas al son de los gritos del hijo pequeño del noruego que me recuerda a Neil Olgerson. Cuatro horas con el Señor Baxter roncándome al oido. 240 minutos para llegar por fin, con otros tantos minutos de retraso, a una cita a la que nunca llegué tarde. Y lo que me queda del viaje es una sensación agridulce. Más de treinta horas por tierra, mar y aire. Más agrio que dulce. Un sueño largo que por momentos era aventura y por momentos pesadilla. Mi odisea, una experiencia más. Una historia como otra cualquiera.

lunes, 17 de marzo de 2008

Todos con La Roja

Después de casi cinco años en el dique seco, el sábado por fin volví a vestirme de corto para, no seáis mal pensados, jugar un partido de fútbol. Fue una simple pachanga contra un equipo de 6 ingleses que fuman en los descansos y que, pese a ello, nos ganaron de dos.

El partido duró hora y media. A los treinta segundos empezó a faltarme el aire. A los cinco, "te cambio el puesto que yo juego mejor de carrilero" ya estaba bien pegadito a la banda para poder beber agua en cada parón. A los diez se me nublo la vista y a los quince pedí el cambio.

Pero si os cuento esto es porque el próximo día 29 se juega el mundial de fútbol en Yakarta y ayer me llamó el aragonés español en Indonesia y me ha dicho que ni Raúl ni Guti, que estoy dentro. Por la noche he soñado que levantaba la copa y que el míster me gritaba "No es suficiente con defender los intereses comerciales de la patria David, hay que bajar a las trincheras y darlo todo por la bandera que te da de comer... además, tú eres mejor que el negro ese!".
Como es propio de España, el año pasado caímos contra Brasil en primera ronda y con un gol en el descuento, pero la selección se repone rápido de estos traspies y, como es habitual, todo el mundo confía, yo el primero, en que este año sí es posible.

El deber nos llama. A defender la roja toca. Si caemos, lo haremos con la cabeza bien alta y en dirección al bar. El beber nos llama.

lunes, 10 de marzo de 2008

Los primeros surfistas del año

“Este año se adelantan”, debieron pensar los aldeanos al vernos llegar.

Desert Point, en la paradisíaca isla de Lombok, es uno de los mejores spots de surf del mundo. La fuerza de sus olas atrae cada año a cientos de surfistas ávidos de nuevos retos. La temporada no empieza hasta bien entrado Mayo, cuando los alisios comienzan a soplar del sureste, formando una de las mejores olas izquierdas del mundo.

“Qué raro, este año vienen en moto”, pensarían a continuación.

Seis horas por caminos infranqueables de montaña, un pinchazo inoportuno y una caída en aras de salvar la vida de un cabritillo suicida, es el precio que pagamos por llegar al dichoso spot de surf. Una lectura (a posteriori) de la Lonely nos advierte, Desert Point se encuentra en un lugar remoto y accidentado y es imprescindible acceder a ella en barco.

“Pero… qué hostias hacen?”

Fuera, una docena de caras de incredulidad mirando desde la orilla. Dentro, dos tablas viejas de alquiler sin gota de parafina. Olas de entre dos y tres metros de altura que comenzaban sin ti y terminaban contigo. Corrientes en las que un salmón perdería el color a la misma velocidad en que nosotros lo cogíamos. Añade a la escena a dos intentos de surfista, dos espaldas quemadas y un litro de agua salgada en cada buche, y estarás presenciando el comienzo oficial de la temporada de surf en Desert Point, Lombok, paraíso de surfistas.

Perdida toda dignidad, ya solo quedaba posar con la tabla en la orilla y hacer la correspondiente sesión de fotos; actuar con normalidad, como dos profesionales que han tenido un mal día en el agua, y echarle la culpa a las condiciones. "Es que hasta Mayo no hay manera de darle"; hacer el saludo surfista a los curiosos que se acercan a preguntar si estamos bien, y salir corriendo tratando de no hacer más ruido, antes de que la lluvia empeore el maltrecho camino de vuelta.Por lo demás, Lombok es la hermana menor de Bali. Igual de espectacular y salvaje en lo paisajísitco, con los mismos volcanes y los mismos arrozales pero menos conocida y menos explotada económicamente. Con menos templos pero más autenticidad. Menos turistas, menos marketing y más hippies. Y con unas playas para hacer surf que para qué contaros…

jueves, 6 de marzo de 2008

¿A quién votarías el domingo?

Sin talante ni crispación, y sin afán alguno de politizar este espacio (Dios nos salve!), hoy toca hablar de política.

Visto lo visto, gobernar en España es pan comido. Así que votéis a quien votéis el domingo no os preocupéis, cuidar de un país como el nuestro durante cuatro años debe ser tan fácil como conducir un Mercedes. Si no, que se lo pregunten a los indonesios.

Estos son fragmentos de varios artículos que me he encontrado durante los últimos meses y que resumen lo que ha sido la última legislatura en Indonesia.

Dos meses después de que Susilo Bambang Yudhooyono ganara las elecciones en 2004 un tsunami devastó la provincia de Aceh en Sumatra, dejando tras de sí más de 170.000 muertos. Tres meses después un terremoto asoló la misma región dejando 1000 victimas más. Al poco, el Mount Talang entró en erupción provocando el desplazamiento de millares de personas.

Una cadena de mensajes de texto, al más puro estilo Génova, imploraba al presidente Yudhoyono a realizar un ritual para detener los incesantes desastres naturales que azotaban el país. “Presidente,” decía, “por favor sacrifique 1000 cabras”.

El Presidente Yudhoyono rehusó y las catástrofes continuaron. Más erupciones volcánicas, inundaciones, desprendimientos de tierra, brotes de dengue en la capital, gripe aviar y enormes erupciones de barro en el centro de Java. Se produjeron descarrilamientos de trenes, hundimientos de ferrys y, después de tres accidentes aéreos, una editorial en el Jakarta Post, aconsejaba a los viajeros que rezasen durante las maniobras de despegue y aterrizaje.

El gobierno realizó multitudinarios actos religiosos en la Gran Mezquita de Yakarta. Otros políticos apelaron directamente a los espíritus. Un candidato realizaba mítines secretos para adorar al Dios que dicen habitan uno de los volcanes cercanos al Lago Toba. Los espíritus no debieron escucharle, fue derrotado. El líder del Partido Indonesio de Unidad Nacional, actor de profesión que además creé ser la reencarnación de Sukarno, sacrificaba 9 cabras al inicio de cada mitin. “Después de este ritual,” declaró, “estoy seguro de que el Merapi no entrará en erupción en 2006”. Tres días después explotó causando la muerte de 5.000 personas.

El Gobernador de Yogyakarta fue acusado directamente de ser el causante de esta erupción. Dicen que su ausencia en el ritual anual para adorar al Dios del volcán despertó la ira del ogro Sapu Jagat que desató el desastre.

…después de esto? A quién votarás el domingo? no parece que dé lo mismo?

martes, 4 de marzo de 2008

5 months and 3 memories

Hecho totalmente a la ciudad y a sus gentes, la realidad de este país y la gravedad de sus contrastes dejaron de conmoverme hace tiempo. El choque cultural a este lado del mundo es como un “hostión en la frente” al que sin embargo uno acaba por acostumbrarse. El que no aprende por las buenas acaba haciéndolo, como nos decían de pequeños, a base de hostias.

No voy a hablaros de las cosas que con el tiempo te hace ver Indonesia, ni de las hostias que irremediablemente acabas por llevarte. Ahora que se acerca el momento de recibir las primeras visitas voy a contaros cuales fueron mis primeras impresiones al llegar hace ya más de cinco meses.

Lo primero que me llamó la atención de Indonesia lo viví todavía estando en el aire. Los hombres aquí son imberbes (las mujeres no todas) y cada pelo que les sale de l
a cara, generalmente de un lunar o de una verruga, lo cuidan como si de un tesoro se tratase. En esas estaba yo, entretenido, contemplando a mi compañero de asiento y su pelo duro de centímetro y medio, cuando al mirar por la ventanilla del avión vi por fin la ciudad de Yakarta. La polución y la anarquía lo envolvían todo. Algo me llamó la atención y algo pasó en mi cerebro que aún conservo el recuerdo intacto de aquella imagen y las sensaciones que me produjo. Aquel enjambre de calles tenía el aspecto de un avispero. La ciudad, a vista de pájaro, era un monstruoso aparato circulatorio en el que miles, que digo miles, millones de motos daban vida a la ciudad. Aquello parecía un hormiguero en plena vorágine.

La tercera imagen en forma de recuerdo, ya con los pies en el suelo, la podréis ver todos los que vengáis de visita (absténganse los traficantes). En vuestro camino hacia la recogida de equipajes, entre un cartel de EXIT y otro de TRANSIT, os encontraréis, a
modo de amenaza, con la siguiente advertencia.
Sé que es una tontería y que hay cientos de cosas más impactantes. La pobreza extrema, las deplorables condiciones de vida, las inundaciones, la corrupción, pero fueron las incontables motos vistas desde el aíre, aquella amenaza hipócrita en el aeropuerto y aquel pelo largo-largo, lo que se me quedó grabado aquel primer día de hace cinco meses ya...