sábado, 23 de mayo de 2009

Cambio_de_Planes.hk

Teníamos los billetes desde el pasado enero, la coartada perfecta para poner ojitos de pena y decir en la oficina que nos era imposible acudir al viaje anual de la empresa, planeado para, exactamente, las mismas fechas. Sonríe! Te llegó la suerte - pensé.

- Vamos a la Isla de Pangkor, ¿seguro que no podéis cambiar vuestros billetes para otras fechas?
- Bfff! Imposible, porque los sacamos en enero. Qué pena! Cambiarlos ahora saldría carísimos.

Pangkor es una isla de medio pelo a unas cinco horas en autobús desde Kuala Lumpur. Estuvimos allí hace unos meses y, ya entonces, pudimos comprobar el escaso encanto de sus playas. Preferiría volver a Mondragón antes que a aquella isla, la verdad.

- Pues que pena, porque van a ser tres días divertidísimos.
- ¿Tres días? –pregunté extrañado.
- Sí, tres días. Nos vamos el viernes por la mañana. No hay que venir a trabajar.

En ese momento mi sentido arácnido se activó, entré en internet y en dos minutos había cambiado los vuelos. Nos íbamos a Hong Kong el viernes a las ocho de la mañana en lugar de a las ocho de la tarde. Si fuese amarillo, tuviese dos pelos y solo cuatro dedos en cada mano, me habría salido un “Adiós pringaos!”, pero como no soy tan grosero apelo a la suerte que, como decía, hay veces en que te sonríe.

Llegamos, pues, con un día entero de adelanto sobre el horario previsto, pero ni con esas pillamos a la ciudad por sorpresa. Hong Kong es orden y sus calles una delicia para el caminante, como sus dumplings. Aquí las cosas funcionan; el transporte público con sus autobuses de dos plantas, los double decker (como las taladradoras, que diría Ford Fairlane), su metro y su tranvía, es de lo mejorcito y más abundante que han visto estos ojitos (los de la pena), lo cual hablando de Asia es como plantar una tomatera en el asfalto y que además de tomates te dé una ensalada (con aliñe!); la calles están limpias, las aceras son amplias y los coches respetan a los viandantes. Las calles es del peatón y no del chino de turno ni de su cuatro por cuatro.

Lo primero que notas al llegar es lo cercano que parece todo. Un par de horas después de aterrizar ya tienes controlados, gracias a la cercanía del mar y a las docenas de rascacielos, los cuatro puntos cardinales por lo que puedes perderte por sus calles y callejuelas sin temor al extravío. Descubres que puedes cruzar a Kowloon, la isla de enfrente, en ferry, taxi o metro y hacerte una foto junto a la estatua de Bruce Lee (para enseñársela al Beny) o a la de Jackie Chan (para deleite de mi hermano y horror de la Juli), y que en veinte minutos de autobús puedes cruzar la isla de norte a sur, atravesando túneles y selva, cambiando rascacielos por playas y chiringuitos. Es como una ciudad gigantesca, vibrante y cosmopolita, comprimida hasta la miniatura. Y todo ello sin perjuicio de aceras, parques y otras comodidades. Una delicia!
En una hora de travesía por el mar de China llegamos, de visita también, a Macao, ciudad que sorprende, más que por su pasado portugués, por el que a día de hoy todavía se considere este idioma oficial. Sorprenden los letreros, los nombres de las ruas y los avisos por megafonía en portugués (por la sua segurança!). Sorprende porque ni hay portugueses ni las chicas aquí son unicejas. Sorprende porque no hay nadie vivo que lo hable, los antepasados lo dominaban seguro, pero los muertos no cuentan porque los muertos no hablan. Alucinan sus casinos, The Venetian, el más grande del mundo, de donde me llevé una baraja de profesionales para futuras timbas en cualquier cocina ripense.Hong Kong, decía, es orden y los hongkoneses son ordenados. En cada rincón se hace visible la mano inglesa, desde la educación de sus habitantes (ni escupen, ni eructan, ni se dejan crecer las uñas, ni los pelos de los lunares), hasta su afición, si no pasión, por las colas bien organizadas. En cada edificio de oficinas y/o rascacielos se puede apreciar también la mano inglesa, la otra, la invisible, la de los negocios y las finanzas, la que deja fluir libremente la actividad comercial y el dinero. No en vano, Hong Kong se jacta de ser la ciudad del mundo con más Ferraris (en tres días vimos cuatro, que quizá no parezcan muchos pero que resultan, más o menos, todos los que puedes ver en Madrid en… ¿dos meses?... o dos vidas, si es que vives más al sur de Neptuno o en Palencia).

Tres días después nos despedimos de Hong Kong, aguantando la respiración para no dar positivo en los controles de fiebre porcina del aeropuerto. Que nos deportan! y encima enfermos! A la mañana siguiente en la oficina, de nuevo ojitos de pena y cara de niño de bueno.

- Qué - pena - que - nos - lo - perdimos.

lunes, 18 de mayo de 2009

"El Puto Sindicato Tíos, El Puto Sindicato"

Se llaman Danny y Randy o al menos eso pone en sus tarjetas de visita. Ambos son chinos pero en algún momento decidieron, para dar brío a sus carreras profesionales, cambiar sus nombres mandarines por otros más del gusto occidental. Los dos están locos por el fútbol, por la inglesa sobre todo, aunque a menos que se organice algún campeonato en la oficina nunca lo practican. Lo que a ellos les gusta es apostar en internet para después sentarse cada fin de semana y cada miércoles por la noche delante del televisor pendientes de los resultados.

Sabedores de mi afición por el fútbol al poco de llegar me reunieron en el despacho de uno de ellos y allí, con la pantalla del ordenador llena de estadísticas y marcadores, me desvelaron su secreto.

- David, sabías que…- empezó Danny.

Por un momento se hizo el silencio, ambos se miraron entre sí y luego, dirigiéndose de nuevo a mi, me confesó Randy con voz queda:

-El fútbol está controlado por el Sindicato Chino.

El silencio se apoderó otra vez de la habitación. Los dos levantaban las cejas, sus miradas clavadas en el suelo, sus cabezas afirmando levemente. Parecía que me hubiesen comunicado la defunción de algún ser querido. Se quedaron así un momento, esperando mi reacción con cara de funeral. Yo les miraba sin saber qué decir. Balbuceé una respuesta que se quedó en nada. Mi mente estaba ocupada tratando de crear una conexión con algo que ya había vivido, un deja vu. Los dos chinos seguían callados delante de mí, pero yo ya no les prestaba atención.

Yo tenía trece años, delante de mí, otra pareja, mis padres. Tenían la misma mirada y en el aíre flotaba el mismo ambiente fúnebre.

- David- me dijo mi padre- ya es hora de que sepas algo.

De nuevo se hizo el mismo silencio sepulcral.

- Esos tíos que se pegan de leches en la tele- continuó mi madre- todo está amañado, ni siquiera se rozan.

Que el pressing catch fuera una mentira me costó una congoja que duró días, sino semanas; que el fútbol estuviese amañado me hubiese supuesto un abatimiento cercano a la muerte. No me podía volver a suceder lo mismo. Esta vez NO, me dije.

Aún estaba atolondrado y, aunque el recuerdo era demasiado intenso, volví como pude a prestar atención al par de chinos que ocupaban ahora mi espacio visual. De nuevo en la tierra, sentado en el despacho de mis compañeros les devolví la mirada de, qué-pena-que-se-te-ha-muerto-el-canario y, negando con la cabeza, me sobrepuse a uno de mis grandes traumas de la pubertad. Estos tíos no podían ir en serio, me tenían que estar tomando el pelo.

Pero resultó que estaba equivocado. Danny y Randy iban muy en serio, tan en serio como los cientos de millones de chinos más que también creen que el fútbol europeo está amañado. No dejará de asómbrame la ingenuidad de esta gente, convencidos como están de que existe una confabulación oriental de carácter mastodóntico para controlar el destino de nuestras ligas. Los tíos, por su parte, no podían creer que yo no estuviese al tanto y, aún menos, que no me lo tragase. Y es que, aunque parezca de coña, aquí existe la creencia de que en Europa todos somos conocedores de este hecho, que sabemos que todo es mentira. Es algo parecido a pensar que Europa controla el pressing catch mientras que los americanos se creen aún a pies juntillas que se trata de un deporte real. Para cagarse oiga!

En su intento por convencerme me dieron pruebas, para nada convincentes, de su teoría; que si era imposible que el Manchester hubiese marcado en el último minuto en no sé cuál partido; que si aquel penalti se lo había sacado el árbitro de la manga porque la mafia china andaba detrás de él; etc. Toda una retahíla de patrañas y cuentos, cómo no, chinos, que nadie en su sano juicio se tragaría.

Y así hasta el día de hoy. De vez en cuando me da por acercarme a su despacho para ver cómo llevan las apuestas, para que me expliquen por qué tal o cual partido estaba arreglado por el Sindicato. En alguna ocasión, me he permitido asesorarles con mis sabios consejos e incluso yo mismo he apostado algo de dinero. Animados por mi, por ejemplo, apostaron por el Madrid contra el Liverpool. Pese al resultado, nos metieron uno, y las pérdidas, yo les aconsejé que no cejaran en el intento, que la fe era lo último que se perdía, que lo volvieran a intentar en el partido de vuelta. Y lo intentaron, nos metieron cuatro. Después de aquello yo no me atrevía a sugerirles nada, es más, cuando les veía giraba 180 grados y huía tal alimaña sin dignidad, pero a los tíos parece que se les quedó grabado eso de que la fe mueve montañas y hace unas semanas volvieron a intentarlo en el partido contra el Barca.

- Así se hace, con dos cojones! -les dije y nos metieron seis.

Despotricaron de los jugadores hasta decir basta a lo que yo no pude más que responder con un resignado:

- El puto sindicato tíos, el puto sindicato.

Lo cierto es que en todo este tiempo no he comprendido porque siguen apostando si en realidad piensan que todo el asunto está amañado. No sé si aquello del sindicato les produce morbo o les crea un sentimiento anti-Goliat de lucha contra el sistema establecido. A lo mejor les enorgullece la idea de que Oriente por una vez tiene el poder sobre Occidente o quizá los pobres solo quieren seguir creyendo. Como yo de pequeño, cuando los combates entre El Último Guerrero y Hulk Hogan.

sábado, 9 de mayo de 2009

Lost in Translation

Hace un par de años leí una tira cómica de un diario americano en la que George Bush le preguntaba al presidente de China:

- When do you have elections?
- Every morning, respondía el chino satisfecho.

Con chinos, malayos e indios utilizando el inglés como lengua vehículo, situaciones parecidas a estas son el pan de cada día en Malasia. Veámos.


miércoles, 6 de mayo de 2009

Ni Hao Ma?

Ir tres días a Guilin y decir después que has visto China es como ver un capítulo de los Simpsons y decir que ya te conoces la serie. Podrás decir que has visto una muestra pequeñísima de chinos, apenas una gota, pero difícilmente será extrapolable al inmenso océano chino. Sea como fuere, al fin encontramos el momento, el día del trabajador nada menos, para coger la mochila y visitar el gigante asiático.

Al llegar a China tuve la sensación de reconocerla al primer momento. Si tres días antes me hubiesen enseñado una foto de cualquier calle de Guilin hubiese dicho, casi sin dudar, que se trataba de alguna ciudad en China. No sé muy bien el por qué pero esa impresión no me abandonó durante los tres días que duró mi viaje. Quizá fuese porque hasta donde alcanza la vista todo era gris, la carretera y las casas y el cielo, todo gris. Todo cubierto por una fina capa de polvo que absorbe cualquier color que no se encuentre entre el blanco y el negro. O quizá fuese porque debe de haber otras mil ciudades iguales a ésta a lo largo y ancho de China (di esto seguido muchas veces, anchodechina, anchodechina, anchodechina) que se me quedó grabada en la retina después de ver algún documental o una película.

Nuestro destino, por suerte, iba más allá de los confines de aquella ciudad y al poco de llegar tomamos un bote para abrirnos camino, río abajo, por uno de los paisajes más bonitos de toda China. A lo largo de la travesía dejamos atrás pequeños pueblos que parecen abandonados o a medio construir. Decenas de niños bañan a sus búfalos en el agua después de una mañana de trabajo en los arrozales y a cada rato nos encontramos con grupos de ancianas lavando la ropa, frotando las prendas directamente contra las rocas. Mientras, a lo lejos comienzan a dibujarse las montañas.El campo fértil cubierto de arrozales que rodea la provincia se asienta sobre una llanura, pero, y aquí está la gracia del viaje, está salpicada, aquí y allá, por grandes colinas de roca cubiertas de exuberante naturaleza. Las vistas que se presentan delante de ti al aproximarte a Yangshuo son tan diferentes a aquello a lo que estás acostumbrado que resulta extraño pensar que los caprichos de la naturaleza hayan podido crear semejante enclave. Para aquellos que hayáis visto “El velo pintado” os será fácil imaginaros una representación fiel del panorama (en el libro, por cierto, no hay rastro de estas montañas); el resto solo tenéis que recordar los dibujos en acuarela que aparecían de fondo mientras Goku montaba su nube kinton.

Yangshuo, con sus 200.000 habitantes, no debe de ser más que una aldea para China, y en verdad que tiene aspecto de pueblecito de cuento, algo totalmente diferente a lo que habíamos visto hasta entonces, mucho más acogedor y mucho más vivo. Aquí sí estaban permitidos los colores.Por lo demás, he encontrado un país realmente barato, una habitación para tres en un hotel más que aceptable por quince euros; deliciosos dumpling tirados de precio; medio litro de cerveza a menos de un euro, lo cual viviendo en un país musulmán es como entrar en el reino de los cielos; y falsificaciones, recién salidas de la fábrica del mundo, a precio de saldo.

Pese a Yang y su curso intensivo de chino,
Wo-Hen-Hao incluido, pese a sus tres meses de sabias enseñanzas y su misericordioso 9,5, me vuelvo a casa con la sensación de haberme dado de bruces con una barrera idiomática más grande que nunca. Me traigo a la imagen de la gente en los aeropuertos con mascarillas, como si fuese carnaval, y el recuerdo de los avisos por megafonía advirtiendo sobre las medidas a tomar en caso de tener fiebre. Me vuelvo también con una nota de papel que me dieron en la aduana de entrada a China que dice que en caso de encontrarme mal (“fever, cough, difficulty breathing…”) durante mi estancia en el país, enseñando ese papel los médicos me darían prioridad sobre el resto de pacientes. “Has estado expuesto a enfermedades contagiosas fuera de nuestras fronteras” dice la nota. Y yo que pensaba que las gripes venían de China…PD/ Recuento final: 11 veces China (en 655 palabras). Es que China, es mucha China. 13.

jueves, 30 de abril de 2009

Extraños en un Tren

Es curioso, pero hasta hace bien poco no estaba acostumbrado a coger trenes. Por una cosa o por otra apenas había disfrutado de ellos, ni de los cercanías por Madrid ni de los de larga distancia por España. Curioso digo porque este medio de transporte se ha convertido recientemente en mi modo de viajar más habitual y no lo hago acompañado, muy a mi pesar, de españolitos como tú y como yo, gente de maneras refinadas, educados, y siempre discretos en nuestros comportamientos.

En mi última visita, muchos me dijisteis que, fotos chorras y cortes de pelo aparte, apenas contaba nada sobre mi vida a diario. Bien, pues...

Cada mañana camino del trabajo y cada tarde de vuelta a casa paso una media de cincuenta minutos por trayecto montado en el tren. Gracias a Dios, con mayúscula, los trenes suelen estar en buen estado, tanto que, si no tuviésemos en cuenta otro tipo de factores ,la diferencia entre bajarse en Shah Alam o en Plaza de Castilla sería prácticamente nula. Las diferencias son apreciables desde el punto de vista de la compañía y de las estaciones. Empecemos por esto último.

El por qué del mal funcionamiento de los tornos es, a mi humilde modo de ver, algo inexplicable. Una de cada dos veces tu billete no funciona, la máquina lo coge y lo lee pero no lo reconoce. Con algo de suerte habrá un torno abierto por el que podrás pasar sin necesidad de introducir el billete; en caso contrario, tendrás que recurrir al siempre socorrido saltito para entrar, que no colarte. El oscuro mundo de los tornos debe ser algo más complejo de lo que a primera vista puede parecer; estoy seguro de la dificultad que entraña diseñar y desarrollar una máquina capaz de leer correctamente un billete, pero lo que no sabía yo era que su gestión requiere de un cerebro libre de amodorramientos inherentes al trópico y/o torpeza extrema, tan escasos por estos lares. Da lo mismo la afluencia de gente de entrada o de salida que siempre habrá los mismos tornos de entrada que de salida. No importa que en mi estación entre una persona al minuto ni que al llegar un tren se bajen de sopetón 200 malayos, siempre habrá 3 tornos programados para la entrada y otros tres para la salida, con los consiguientes follones para salir. Si además tomamos en consideración que al menos uno de los tornos siempre está roto (y que, debido al mayor uso, casi siempre se trata de uno de los que monta follón) y que la conducta malaya no entiende de colas ni organización ni duchas diarias la escena acaba por parecerse más a un corral de granja que a la salida de una estación de tren.

Las sensaciones sonoras que puedes percibir al entrar en un tren malayo son similares a las que puedes experimentar si pasas una noche en la jungla. La gente emite tantos y tan diversos ruidos que un ciego no tendría problemas para saber el número exacto de viajeros que ocupan su mismo vagón (y cada uno de los inmediatamente contiguos). Si además tiene el olfato fino no le resultará en modo alguno complicado identificar qué ha comido la gente hoy. Eructos, gritos, ladridos, flatulencias (diga peeedos!), carraspeos y ronquidos… la habilidad malaya para expresarse guturalmente no conoce límites y, sin duda, sobrepasa con creces la nuestra. Sonidos de los que nosotros nos avergonzaríamos aunque se debiesen a nuestras propias necesidades fisiológicas y los cascásemos en el baño y a solas son de lo más corriente entre la comunidad malaya.

La gente en este país adora las melodías de móvil, lo que unido a su debilidad por los pitufos maquineros y a que, o bien Nokia no ha incorporado la opción del volumen a este mercado o los malayos no la han encontrado, podría acabar por destrozar los nervios de cualquiera a tal nivel que hasta Iniesta podría llegar a perder los papeles. Otra opción que aún no controlan es la de ponerle un tono sencillo a los mensajes (el día que escuche un simple beep juro que me levanto y le pego un abrazo al díscolo), los pitufos maquineros deben de ser una especie de virus extendido a todas y cada una de las alertas del móvil. Ahora imaginaros la escena de la otra mañana, a un lado yo concentrado en mi libro y al otro un chaval en plena efervescencia adolescente periquiteando con alguna chavala con la que debió intercambiar unos doscientos mensajes en veinte minutos. Pese a mi fobia por cuidar los libros, la peor parte se la llevó precisamente éste, que debido a la tensión acumulada acabó como si lo hubiese estado estrujando mi sobrino de año y medio durante todo el trayecto. Era eso o ensañarme con la cabeza del pipiolo.

Pero si hay algo que no aguanto y que llevo realmente mal es la forma tan descarada en que la gente se te queda mirando. Levantas la vista del libro y ahí está, un individuo cualquiera (la mayoría de las veces suelen ser hombres) mirándote fijamente, como si aún estuvieses leyendo en lugar de estar fijándote en él. Tu reacción inicial es la de apartar la mirada pero al rato vuelves la mirada y ahí sigue, con cara de panoli, observándote. Mentalmente te cagas en él una y otra vez porque ya te ha cansado con tanta miradita y no puedes concentrarte en lo que estás leyendo; si estuvieses en otro país pensarías que tienes algo en la cara o que está tratando de transmitirte algo. Al final optas por mantenerle la mirada, pero él, muy burro, no la aparta. Me cago en tu puta madre, joder. La frase ya no es mental, ha salido de tus propios labios. La respuesta no se hace esperar: él, que no sabe lo que dices, te saluda como recién despertado de un sueño, te sonríe y por fin mira a otra parte.

Ahora sí, no todo el mundo es así de desaprensivo hacia el viajero insonoro; de hecho, la mayoría de la gente opta por dormirse en cuanto pone un pie en el tren. No es raro levantar la cabeza del libro y comprobar que las diez personas sentadas enfrente de ti, todas menos el cabrón que sigue mirándote, están dormidas profundamente cabeceando y poniendo caras. Están tirados los unos encima de los otros y se mueven rítmicamente al son del tren. En general, les encanta dormir en los medios de transporte. En mi último vuelo a Londres hubo gente que no abrió el ojo en las 13 horas de trayecto. Al de mi derecha me dieron ganas de pincharle con un palo a ver si aún seguía con vida. Les gusta tanto que una compañera de trabajo se quedó sorprendida al descubrir que no dormía en el tren -¿y qué haces durante ese tiempo?- me preguntó sorprendida. Controlarme, para no perder la cabeza, me dije.Sé que vivir en un país que no es el tuyo te obliga a enfrentarte a un montón de diferencias culturales, lo cual acepto e incluso disfruto en la mayoría de los casos. Es más, quizá sea ese el principal motivo por el que me encuentro hoy aquí. Pero dejémonos de jodiendas e imaginémonos los eructos, los pisotones y el juego de las miraditas dos veces al día, todos los santos días días del año. De ida y vuelta. Para cagarse.

lunes, 27 de abril de 2009

A Otra Cosa (Mariposa)

From: klphoto <info@klphotoawards.com>
Subject: KL Photoawards 2009
To:
info@klphotoawards.com


(qué emoción!)

Dear Entrant (sí, sí, yo. Soy yo!),

Thank you
(de nada) for entering your work to the first KL Photoawards 2009. The judges have deliberated and have made their final decision (y yo con estos pelos!) and I am sorry (what!) to inform you that your work was not selected as a finalist for the exhibition (Whattt!???). We do however feel it is important to tell you that although you did not get in to the exhibition, your photographs (dilo, dilo: tus mierdas de fotografías quieres decir?) did make it to the second round of judging. For our first year the awards attracted some 500 (menuda pasta os habéis sacado) entries and only 46 were short listed for exhibition
(46 cabrones!). The standard and quality of photographs entered was also very high (tan high que me habéis dejado fuera). We wish you very best wishes (and a happy new year, no te jode) in the continuation of your photography and hope that you will consider applying to the competition again in the future (jajaja, qué gracia!).

Starting Friday 20th March, you can view the finalists entries on the website and also vote for your favourite portrait online
(también tengo que pagar?). You are also invited to attend the Awards Evening at 7:30pm Thursday 7th May, 2009 at The Annexe Gallery, Central Market, Kuala Lumpur (¿me vais a devolver el dinero?). entries and only 46 were short listed for exhibition

The Awards Team
-- KL PHOTOAWARDS 2009
http://www.klphotoawards.com/


Bueno, dejándonos de chorradas os digo que tampoco me hacía muchas ilusiones
(mentiroso, que llevabas dos semanas sin dormir) y que podeis entrar a echar un vistazo de las 46 fotos (las de los cabrones) seleccionadas en el enlace de ahí arriba que están muy bien (mentirosooooo).

martes, 21 de abril de 2009

Una Semana de Bufanda y Zurrón

El jueves pasado alguien me preguntó que si tenía ganas de volverme a España. Estaba en La latina, eran las once de la noche y ya llevaba unas cuantas cañas encima. ¿Estás de coña -respondí- quién no querría volver a esto?

O a esto…

La primera fiesta en casa del Citro, una etapa de (con) montaña y, encima, contra el reloj. El KO técnico del Pippen o la obstinación de Luigi por que Raúl vuelva a la selección. Al Buly, el jardinero enajenado, redecorando selváticamente los cuartos de baño. Las poses con los restos de un frutero, otrora yoyo, y las fotos con el campanile de fondo. Esas fotos que enseñan por qué no me puse los pantalones azules, los llevaba Antonio puestos, en la cabeza. A intentar robarle la pizza al pobre, que no-puto, pizzero, a cambiar de estrategia y ofrecerle dinero a cambio. A comer pizza con doble de anchoas… claro que si hablamos de comida no puedo dejar de referirme a uno de los mayores placeres que existen y que nunca existirán: la siesta, arropado y calentito, después de un plato de cocido (si es de mi madre, mejor) aderezado con media barra de pan ¿Quién no querría volver a la Quinta y a sus veinte años, por lo menos, de aperitivos dominicales? O a ver la nueva casa del Patata y, por ende, la nueva habitación del Beni, que me cuenta sobre lo poco que hace en su trabajo, ya somos dos amigo. A volver a tomar un café, y nada más que en vaso, privilegio negado a no residentes, en el Dancar, donde el chaval detrás de la barra quiere venir a visitarme a un lugar llamado Guana Lumpur, cierro el bar y me voy fijo! A ver a Sofía (tiene dos años Carlinhos!) y ya es capaz de deletrear Kuala Lumpur letra por letra, y hasta señala sin titubear el lugar exacto en un mapa...

...A pasar la tarde con Nicolás, que al verme me señala y ya dice, tío David (o algo parecido), y a Dani, la razón por la que su abuelo se levanta cada mañana, que ya empieza a gatear. A comprobar lo hinchada de la tripa de mi cuñada y a entrar en el debate sobre nombres futuribles. A pasar frío de nuevo, a tener las manos rojas y a utilizar bufanda (quién dijo fular?). A pasear con zurrón. A salir a tomar algo con Isabel y su hermana, embajadoras de la vida perrilla, y con su prima, que está haciendo las oposiciones. Volver a saludar a D. Amir, con sus pantalones pistacho y su Sarón al cuello. Saludar de nuevo a su bigote. A ver, por fin, otro soporífero partido del Madrid y no dormirme en el intento. A coger el coche y conducir dos calles seguidas por la izquierda hasta que lo reviento y tengo que volver a llevarlo al taller, Sergio! tarjeta VIP ya! A salir y tomarla con mis compañeros de Máster, Dios los cría y nosotros nos… emborrachamos. A ver a Raquel y a Liber (y a la prima, maldita!) después de tantos años. A escuchar al Maison, muy tieso y con los ojos como platos, decir que Juan se nos casa (Felicidades!). Y, por lo visto no es el único (ex) PBL oiga (Milagro!). Y para irme como me fui, una timba de póker y un, más que ganado a pulso sobrenombre, Nemofe. El Buly dice que me lo haga mirar… yo le digo que se agache y que me lo mire él.

A TODOS: lo pasemos pirata, verdad? Nos vemos pronto.

sábado, 4 de abril de 2009

A Day at the Races

Kit de Fórmula Uno:
- Entrada de estudiante al 20% de su precio original
- Carnet de estudiante (cortesía de la diseñadora gráfica de mi trabajo)
- Tapones para no quedarme sordo
- Pase para la Fiesta de McLaren Mercedes (lo siento Fernando)
- Bocata de chorizaco (Gracias Mamá!)

Me voy corriendo que no llego.

--- actualización después de la carrera ---
Si hay algo seguro en esta vida, si la historia nos ha enseñado algo, es que siempre llueve hacia abajo y que, además, en Kuala Lumpur lo hace T-O-D-O-S los (putos) días a las cinco de la tarde. Genial idea la de cambiar el horario de la carrera a la tarde!