sábado, 26 de enero de 2008

Lo que pasa en mi garaje

Recientemente me he adentrado en un mundo oscuro, un lugar en el que realidad y lo que, a primera vista, parece ficción se encuentran separados por una muy delgada línea. Hablo del garaje de mi edificio. Allí donde cada noche descansa mi moto y donde la palabra rata no se escribe con mayúscula sino con mayúsculas. RATA.

Si bajas antes de las 8:30 te encontrarás con unos 20 guardias de seguridad formando enfrente de una de las puertas de los ascensores. Sin duda una visión desconcertante a esas horas de la mañana. El proceso dura unos diez minutos y durante todo este tiempo uno de ellos no para de gritar en las caras del resto. La escena me recuerda a la chaqueta metálica que a su vez siempre hace que me pregunte dónde se ha metido Matthew Modine durante los últimos diez años.
Al llegar del trabajo te sueles topar con una grupo de gente jugando improvisadas partidas de ajedrez o viendo partidos de fútbol en televisión, lo normal en un garaje. A los indonesios le encanta el fútbol y me han contado que los días posteriores a los partidos importantes de Champions, aquí los echan de madrugada, el tráfico se nota más fluido en toda la ciudad. Lo del ajedrez me tiene más desconcertado pero lo cierto es que la imagen se repite en muchos rincones de la ciudad. Si sales para cenar, probablemente te encuentres con gente durmiendo en pequeñas casetas en frente de los coches. No sé quién son estás personas pero parece que siempre tienen mucho sueño. Yo, que no quiero molestar, siempre llevo la moto al ralentí cuando paso por delante de ellos. Pero la otra noche me sucedió algo aún más surrealista. Algo tan extraño que es lo que realmente ha dado pie a que os cuente sobre mi garaje. Llegaba de madrugada. Había llovido y tenía la ropa calada. Al entrar en al garaje me encontré, sorpresa, con las dos plantas llenas de humo. Sentí como si un golpe frío me golpease la cabeza. Me di cuenta de que era solo un ataque de miedo. La densidad del humo era tal que casi no veía mis propias manos. Por algunos es sabida mi ligereza para llamar a los bomberos. Recuerdo aquella vez en París. Llamamos dos veces. La segunda, mientras oíamos las sirenas por los Champs de Mars, para avisar de que se trataba de una falsa alarma. Pardon!

Esta vez tampoco dudé. Sin embargo, al dar la vuelta para dar la voz de alarma escuché, con el humo metiéndoseme en los ojos, el rugido de una moto y el ruido de unas risas. A lo lejos se distinguía la silueta de dos figuras. Dos chavales que andan siempre de reparaciones por el edificio, a lomos de una moto, y armados con una suerte de desmaterializador. Un cacharro de dimensiones considerables que suelta una zorrera al estilo del 944 negro de la Chopera. Al acercarme me explican, entre risas, que están fumigando. A cubierto! pienso aturdido por el humo, ha empezado el Apartheid indonesio! Que yo no me creo que esa sea manera de matar cucarachas! Nervioso y sin capacidad de pensamiento, me uno a sus risas, provocadas sin duda por los gases, y sin creerme muy bien lo que había visto me subo a casa a dormir. Llegué a mi apartamento empapado, con los ojos rojos y con la sensación de que todo había sido un sueño.
Así es mi garaje. Raro, raro, raru.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jo tio el fumigador parece un Dj, creia que estaban haciendo una fiesta techno en el garaje.

Anda que no tiene que haber bichos por ahi para fumigar de esa manera.

Ten cuidado con ese peaso de escuadron de vigilantes, saben Kunfu?

Anónimo dijo...

Ya te digo a mi los tíos durmientes me han dado sueño.

B3lisario dijo...

A Mathiew Modine se le vio por "La Isla de las cabezas Cortadas" haciendo de Orlando Bloom, solo que con menos exito...los ultimos rumores apuntan a que trabaja de limpia botas aqui en el D.F.