Era el primer ordenador que teníamos, solo tenía cuatro colores (¿CGA?) y una tapa a un lado de la pantalla para insertar diskettes de cinco un cuarto. Digital Vax Mate, ese era su nombre.
Estamos a finales de la década de los ochenta, algún año perdido entre la noche vieja de Sabrina y el mundial de Italia. Un tiempo en el que todos los juegos funcionaban aún bajo la combinación mágica del O-P-Q-A. En aquel entonces era mi padre quien, de cuando en cuando, traía algún juego a casa. El LHX de helicópteros, aquel otro de golf o, el que sería nuestro primer juego de coches en un ordenador, el Test Drive.
Lo cierto es que el juego era lo más para aquella época. Podías elegir entre varios coches, un Ferrari, un Porsche, un Lamborgini, tenía retrovisor donde ver los coches que habías pasado y la policía te perseguía, e incluso te multaba, si te pasabas el límite de velocidad delante de ellos. Todo era perfecto salvo por una cosa, las marchas.
Las dichosas y complicadas marchas. Yo tenía menos de diez años y aún no tenía la menor idea de utilizarlas. ¿Para qué leches sirven? pensaba. El maldito coche se quemaba si no conseguías cambiar a tiempo y a mi lo que me molaba era acelerar y torcer. El freno y, sobretodo, las marchas me traían sin cuidado. Para evitar mayores problemas perfeccioné una técnica a la salida que consistía en subir de primera a quinta directamente y acelerar a tope hasta coger velocidad. Ni que decir tiene que el coche iba cagado hasta que no alcanzaba los 100 km/h y que perdía un tiempo precioso, pero aún así el truco me compensaba con creces.
(…)
Como cada mañana, hace unos meses, cogí un taxi en la estación de tren para dirigirme a la oficina. Parecía un taxista más pero lo que vi me dejó boquiabierto. Hasta que llegué a Malasia siempre había pensado que aún conservaba la patente de tamaña jugada maestra, meter la quinta y olvidarme, y, sin embargó, aquel malayo de edad avanzada osaba a imitarla. Y, nada más y nada menos, que en la vida real. Para mi asombro no sólo la llevó a cabo una vez, sino en cada parada que hacía, cada stop, cada semáforo en rojo, yo no podía más que abrir más y más los ojos. “Este pavo utiliza mi técnica, es un maestro”.
Lo volví a coger un par de veces más y siempre me descojonaba con la forma en que cambiaba las marchas. Fui un adelantado a mis tiempos, concluí. Un día decidí echar la cámara de fotos en la mochila a ver si podía grabarle en acción. La semana pasada, después de mucho tiempo sin verle, por fin nos reencontramos con él. Este es el resultado.
4 comentarios:
Pues yo le veo muy suelto al menda.
Sera que soy de la misma escuela?
Con un Fiat Panda se puede hacer sin problema....comprobado...
PD:Nunca viste en el test drive la opcion "cambio automatico"?
muy buen vídeo.
menos mal que el coche no tiene 6 marchas.
Yo con mi R6 tb lo hacía pero me quedaba en la 4ª marcha, porque no había más! Jejeje
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