miércoles, 19 de agosto de 2009

El Canto de la Grulla

Hacía tiempo que pensaba en escribir sobre este tema. Tiene que ver con algo sobre lo que ya os hablé el año pasado y que, casi inconscientemente, he ido dejando siempre para más adelante. Pero ha llegado el momento de recurrir, de nuevo, al mismo tema, escatológico y excrementicio, de los cuartos de baño.

Puede resultar complicado entender ciertas prácticas desde nuestro común e impecable decoro occidental. Es más, seguro que casi todos tenemos la certeza de que sólo hay una forma de utilizar un cuarto de baño. No tiene mucho misterio; te sientas, te relajas, coges una revista (opcional) y terminas. Tan simple que yo mismo pensaba que si teletransportases a un troglodita hasta nuestros tiempos y le plantases delante de una taza de váter, él solito sabría cómo utilizarla.

Demostrar esta teoría resultaría altamente complicado, por no decir imposible, por lo que si quisiésemos continuar con el experimento no nos quedaría otra que cambiar el sujeto de estudio. Por ello tomaremos como muestra no un individuo del pasado sino un país entero del presente, por ejemplo, Malasia.

El método científico dice que el primer paso para confirmar una teoría consiste en la observación. Bien, después de 10 meses en Malasia, puedo decir que ya he visto suficiente. Y si a eso le sumamos el tiempo que pasé en Indonesia, seguro que ya he visto más de lo que aconsejan los psiquiatras (si fuese un personaje de la Llamada de Cthulhu tendría el nivel de cordura bajo cero). Una de las cosas que más me llamó la atención, por ejemplo, fueron lo sucias y gastadas que estaban las tapas de las tazas de váter en los sitios públicos. Allá donde iba las encontraba grisáceas y con unos surcos extraños en la parte donde te sientas, algo parecido a arañazos, como si los mojones malayos se aferrasen a la vida. Más tarde observé que sólo se formaban colas en aquellos cubículos que no tenían taza, consistentes en un simple agujero en el suelo. El resto, con váter, estaban vacíos la mayor parte del tiempo. Van contra natura, pensaba.

¿Por qué de este comportamiento? ¿Tendría algo que ver con las manchas grises y los arañazos? Entonces un día vi este cartel en un cuarto de baño y comprendí, estupefacto, como mi teoría del troglodita había sido refutada, y no por un individuo asocial y aislado procedente del pasado, sino por toda una nación.

En Malasia la gente se sube a los retretes para hacer sus necesidades! Plantan los pies en la tapita de plástico, ahí donde luego yo acomodo mis posaderas, y como si nada se acuclillan para hacer sus asuntos. Ni a los guionistas de cocodrilo dundee se les habría ocurrido semejante aberración!

Lo gracioso, y lastimoso, del asunto es comprobar cómo las autoridades malayas, conscientes del error, tratan de aleccionar a su pueblo, confundido y aferrado a sus costumbres, sobre el uso adecuado del inodoro. Con cómics y carteles, de lo más irónico. Esto les pasa por no haber aprendido la lección a tiempo, claro que imagino que cuando los ingleses, ingenuos como son, instalaron los primeros baños en el país tropical no creyeron necesario explicar su correcta utilización; “hasta un troglodita sabría cómo hacerlo”, pensarían.

El cuarto paso de la teoría científica invita a probar la hipótesis mediante la experimentación, pero una vez refutada la teoría me niego a ir más allá. Adoptar la posición de la grulla debe resultar complicadísimo y, como se puede apreciar en los carteles, altamente peligroso. Casi esperpéntico. Tanto que si lo hiciesen los del Circo del Sol lo llamarían arte.

Pensándolo detenidamente me surgen muchas preguntas. Si no se quieren sentar, ¿por qué no ponen trocitos de papel, o por qué no se reclinan sin más? ¿o por qué no hacen como nosotros y acercan el trasero sin llegar a tocar la taza? O puestos a ser más brutos, ¿por qué no enfrentarse a la taza cual Clint Eastwood en pleno duelo o cual Rivaldo listo para lanzar un libre directo, de pie, pero en el suelo, y con la taza entre las piernas arqueadas? Raúl lo tendría fácil.

Pero si hay una pregunta recurrente y que no puedo dejar de hacerme es, ¿por qué cagar en cuclillas cuando puedes cagar sentado?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

karate kid.

como lo haría?

Anónimo dijo...

me imagino a un tío haciendo el salto de la grulla y soltando la carga con punteria en el agüilla... el tsunami que puede montar puede ser de órdago.