miércoles, 12 de agosto de 2009

El Efecto Maison

Miraba aquellos papeles y me hacía el loco. Yo creo que servirá, pensaba, total,los tengo todos menos uno y ya he presentado el resto de documentación. Se trataba del expediente académico; lo había pedido un par de años atrás para presentarlo en el trabajo, ese mismo que estaba a punto de abandonar, e, inexplicablemente, no encontraba una de sus hojas. Había perdido la número siete. No pasa nada, total, es sólo una página, pensaba.

Por aquel entonces aún no conocía una de las máximas del ICEX: lo tomas o lo dejas, como las lentejas, o todo o nada, como en la ruleta rusa, o presentas antes del viernes el documento completo, con-todas-y-cada-una-de-sus-doce-páginas, o llamamos al siguiente candidato.

No estaba del todo seguro de que aquella decisión fuese la más acertada así que zanjé la cuestión lanzándoles un órdago. No iba a dejar que aquella panda de burócratas me pasase por encima. Si por una hoja de papel me van a montar ésta, ya se pueden ir buscando a otro. Di media vuelta y volví a mi oficina. Me senté en mi mesa y respiré aliviado, ¿por qué habría de arriesgarlo todo?

Aquella misma tarde me armé de valor y subí a hablar con mi jefe. Había pospuesto el tema de aumento por si finalmente abandonaba la empresa, pero había llegado el momento de agarrar al toro por los cuernos y luchar por aquello que tanto había ansiado durante los últimos meses. Casi había descartado la idea de la beca así que, después de todo, me sentía legitimado para exigirlo. Aún así, le hablé de la oferta y de los exámenes que había pasado, del máster que me ofrecían y del año en la embajada. En realidad, la beca ya no era más que una simple coartada, una encerrona. La presión de irme y dejarlos tirados era mi estrategia.

Aquellas navidades las pasé en casa, con los míos. La estrategia funcionó y para celebrar la subida de sueldo compré un montón de regalos. Al ver el extracto bancario de enero decidí abrir una cuenta corriente extra para ahorrar algo de dinero y poder comprar los muebles de la casa. Aún quedaba más de un año para que me la diesen, pero ya llevaba tiempo viendo cosas y empollándome el catálogo de IKEA.

Seguí trabajando en aquella oficina. La gente era genial y cada día, a la hora del desayuno, celebrábamos una pequeña reunión para hablar de fútbol, nuestro sanedrín particular. El rondo, le decíamos. El verano se fue como llegó, rápidamente y sin apenas tiempo para disfrutarlo. En otoño asistiría emocionado al nacimiento de mi primer sobrino, Nicolás, y vería como mi vida se llenaba, poco a poco, de más y más mocosos. Mi mejor amigo me dijo que iba a ser padre, mi primo y su novia esperan para septiembre a la princesa bohemia y últimamente ando aleccionando a Sofía sobre cómo mantener a raya a los matones del cole de mayores, que empezará el año que viene.

Por Facebook encontré a varios compañeros de clase y, en mayo del año pasado, decidimos hacer una quedada para contar batallitas y recuperar el tiempo perdido. Eran no menos de las cinco de la mañana cuando recién orinados en la puerta del colegio decidimos recogernos a casa. Los meses pasan fugaces uno detrás de otro, como coches en una autopista. Junio de 2008 me vio celebrar el gol de Torres en la Cibeles, y el de 2009 tirarle de las orejas a mi abuela en su 99 cumpleaños.

Aún hoy conservo el mismo trabajo, la misma gente, los mismos clientes. Hace unos meses me ascendieron y por fin pude cambiar de coche. Jamás me arrepentí de rechazar la beca y quedarme; es más, ni siquiera he vuelto a pensar en ello. Me considero una persona feliz y no me cambiaría por nadie.

Muchos sabréis en qué consiste el efecto mariposa. Para los que aún no lo saben diré que el nombre proviene de un antiguo proverbio chino que dice así, “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”. O dicho de un modo aún más poético, el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede desatar una tormenta en Nueva York. La teoría viene a decir que la más mínima variación en las condiciones iniciales puede provocar que el sistema evolucione de una forma totalmente diferente. Esta interrelación causa-efecto, concluye el artículo, se da en todos los eventos de la vida.

Aquella fría mañana de diciembre de 2007 ni lancé un órdago al ICEX, ni me tiré ningún farol en el despacho de mi jefe. La verdadera historia cuenta que salí hecho un flan de las oficinas del ICEX. Quedaban solo dos días para presentar la documentación y a mi me faltaba la página siete del dichoso expediente. Al llamar a la universidad me dijeron que tardarían entre dos y tres semanas en tener listo una nueva copia. Sudores fríos caían por mi frente, no me podía creer que después de medio año de exámenes y agobios, el destino me fuese a jugar tamaña jugarreta.

Decía que llegué al trabajo totalmente abatido. Allí me encontré con Maison, que para variar estaba con un bajón aún peor que el mío. Amigo y confidente, al contarle mi problema enseguida se ofreció a ayudarme. Sus padres, me contó, trabajaban en la universidad y quizá podrían conseguir que el rector firmase mi nuevo expediente en un tiempo récord. Dos días después conseguí, gracias a él, entregar el documento, flamante página siete incluida, apenas minutos antes de que las oficinas del ICEX cerrasen el plazo.

Hoy me pregunto cómo serían nuestras vidas si hubiésemos tomado otras decisiones, qué hubiese pasado si hubiese sido Brasil en lugar de Indonesia y, sobretodo, qué hubiese pasado si no llega a ser por Maison. Al mirar hacia atrás veo a lo lejos un montón de trenes que dejé pasar, mientras que si hago memoria veo otros muchos que cogí sin saber a dónde me llevaban. Quizá la clave esté en no comerse la cabeza y en no fijarse de dónde vienes, si no a dónde vas. Como el chico de la otra historia, hoy, dos años y medio después, también me considero una persona feliz y afortunada, y hoy tampoco me cambiaría por nadie.
Esta entrada está dedicada, como no, al Gran Maison.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Efecto Maison, que bueno, se te olvida decir que el coche no lo hubieras cambiado porque es muy majillo.

Anónimo dijo...

taliban corrector says:
no es por nada pero la fria manana seria de 2006 no de 2007 como indicas en el texto.

Aun asi me ha gustado bastante la reflexion.

Saludos bro.

Unknown dijo...

Joder Deivid, me debes la vida!!!

Yo ni de lejos me ha afectado el efecto Maison!

I love youuuuuu.

Maison!