Con las primeras luces del día embarcábamos cada mañana para ver cientos de macacos río arriba y comprobar cómo la jungla va cobrando vida según trascurre la mañana. Vimos como amanecían familias enteras de monos narigudos, u Orang belanda (hombre holandés) como las llaman aquí, para hacer mofa de los invasores europeos. y sus narices. Una mañana incluso tuvimos la oportunidad de ver un orangután en estado salvaje y aunque estaba bastante lejos, subido a lo alto de un árbol y moviéndose con toda la calma del mundo de rama en rama de una forma lenta y perezosa, la experiencia fue alucinante. Allí estábamos todos en la barca, aún medio dormidos y con la boca abierta, como si en lugar de un simio gigante tuviésemos delante un extraterrestre recién aterrizado.
La palabra orangután significa hombre de la selva y en verdad que sus movimientos y sus gestos se asemejan a los nuestros. Más tarde veríamos algunos más en Sepilok, uno de los cuatro centros de rehabilitación que existen en el mundo, donde cada día acuden orangutanes huérfanos o heridos en busca de comida. A la llamada de los cuidadores también acuden macacos desesperados intentando robarle la comida al pobre huerfano... Sabandijas! protagonizando unas escenas de lo más gracioso.
Sin embargo y para desgracia nuestra, al poco de llegar descubrimos que los auténticos protagonistas del viaje no serían los silenciosos orangutanes ni los escurridizos elefantes pigmeos, sino un bichejo mucho más pequeño y resbaladizo. Yo no las había visto más que en la tele, casi siempre en sucias imágenes que acaban por disgustar al espectador y arrancarle un aaargh o un hummm, en viejas películas de Rambo o de soldados americanos en el ´Nam. Muchos han sido los protagonistas expuestos a ellas aunque la escena que prevalecía en mi cabeza cada vez que ponía un pie en la jungla era aquella en la que uno de los protagonistas, por una vez no le toca al gordito, de “Cuenta conmigo”, Stand By Me en inglés, descubre una dentro de su bañador. Las protagonistas del fin de semana han sido, sin lugar a dudas, las sanguijuelas.
Calcetines por fuera del pantalón, botas de agua hasta la rodilla, camisa de manga larga abrochá-sta-rriba, gorra y calzoncillo de castidad para que no la shupen, todo esfuerzo era poco para luchar contra las malditas sanguijuelas. Cada poco tiempo el guía paraba la marcha en mitad de la jungla y al grito de Leeche Check! Leeche Check! instaba al grupo a revisarse el cuerpo de arriba abajo en busca del mencionado bicho ventosa. Las muy babosas aparecen en cualquier lado, en la ropa y hasta en la pantalla de la cámara, pero por suerte lo único que provocaron en nosotros fueron pequeños ataques de pánico. No tuvimos ningún percance serio y la sangre, qué apropiado dicho! no llegó al río.
En definitiva un viaje bonito en el que perderse entre los sonidos de la selva por la noche, mezclarse con todo tipo de animales y bichejos y acabar de barro hasta las orejas. Un viaje del que hablar.
4 comentarios:
luiggi langostino ya no es el único con aventura babosil....
ajco de bichos...
saludos del tonto n1.
Y si la shupan, la shupan los cohones?
...y he aquí, dos tontos muy tontos. Uda, no tengas miedo a admitirlo vos sois el nº2.
Entre orangután y orangután no viste al Monko?
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