Una plantación de café y una vegetación más propia de centro-europa que de Indonesia no hacen presagiar lo que un volcán de los alrededores esconde en su interior. Al este de Java se encuentra el Ijen, uno de los volcanes más activos de la zona, y en su cráter, una de las últimas minas de azufre explotadas a mano que quedan en el planeta.
Llegamos cuando aún es de noche y el amanecer nos deslumbra con un lago del azul más turquesa. Estamos a 2.300 metros y la vista es espectacular. Las nubes cubren cada valle y solo las cimas de innumerables volcanes desafían el horizonte.Durante la subida ya nos habíamos tropezado con un par de porteadores de azufre. Ellos llegan bien pronto para exprimir las horas de luz. Aquí el trabajo se divide en dos, los que pican la base del volcán para extraer las piezas de azufre y los que cargan con ellas.
Ninguno de ellos posé el equipo necesario. No se ven mascarillas ni guantes y en algunos casos ni siquiera botas. Rozaduras y cicatrices al hombro, los porteadores suben cargados por la pared del cráter del volcán, de unos 300 metros de altura. Por él transcurre un sendero estrecho y pedregoso que a mi, y a pesar de llevar las manos vacías, se me hace bastante duro. Los gases se te meten en la garganta y no te dejan respirar, los ojos te escuecen y se te irritan cada vez más. Al final del camino hay un tipo con una gorra azul dentro de una garita que les paga en función de los viajes y los kilos que carguen.A casi todos los que allí trabajan parece molestarles tu presencia. Pasan a tu lado cabizbajos o te miran de reojo con desconfianza. Otros pocos se paran y te piden algo de dinero. Irremediablemente te deshaces de unas cuantas rupias y lamentablemente crece la sensación de que esa transacción convierte la visita en casi una atracción turística.Dicen que los que allí trabajan no suelen superar los 30 años de edad pero a mi algunos me parecían mucho más viejos. Es el caso de Atromo, uno de los que parecían más mayores. Me contó que él llevaba trabajando en la mina tres años, no es mucho, me dijo, aquel lleva siete y aquel otro más de diez. Cada mañana se levanta a las dos y media para poder llegar al interior del volcán cuando despunta el alba, de este modo puede hacer el trayecto dos veces al día. Mientras hablamos, las piedras de azufre de sus cestas no dejan de hacer ruido, clac-clac-clac, como cuando fríes un huevo. Al final de la jornada le pagan 3 euros, el doble de lo que pagarían si trabajase en la plantación de café.
En apenas 8 horas de camino yo vuelvo a mi vida de siempre, a un trabajo sencillo de 9 a 5, a planear el siguiente fin de semana y a las cervecitas con los amigos, a aquello que tu y yo consideramos normal. Estoy seguro que este viaje no se me olvidará en la vida y, sin embargo, desde el mismo momento que puse un pie fuera de aquella mina supe que el tiempo y la distancia harían perder intensidad al recuerdo. Nuestro mundo es tan diferente que lo que sientes en ese momento se olvida pronto… de otro modo, la conciencia no te dejaría disfrutar de tu vida.Os dejo un vídeo que he encontrado sobre la mina y os dejo unas fotos, como siempre, en la barra de la derecha.
Llegamos cuando aún es de noche y el amanecer nos deslumbra con un lago del azul más turquesa. Estamos a 2.300 metros y la vista es espectacular. Las nubes cubren cada valle y solo las cimas de innumerables volcanes desafían el horizonte.Durante la subida ya nos habíamos tropezado con un par de porteadores de azufre. Ellos llegan bien pronto para exprimir las horas de luz. Aquí el trabajo se divide en dos, los que pican la base del volcán para extraer las piezas de azufre y los que cargan con ellas.
Ninguno de ellos posé el equipo necesario. No se ven mascarillas ni guantes y en algunos casos ni siquiera botas. Rozaduras y cicatrices al hombro, los porteadores suben cargados por la pared del cráter del volcán, de unos 300 metros de altura. Por él transcurre un sendero estrecho y pedregoso que a mi, y a pesar de llevar las manos vacías, se me hace bastante duro. Los gases se te meten en la garganta y no te dejan respirar, los ojos te escuecen y se te irritan cada vez más. Al final del camino hay un tipo con una gorra azul dentro de una garita que les paga en función de los viajes y los kilos que carguen.A casi todos los que allí trabajan parece molestarles tu presencia. Pasan a tu lado cabizbajos o te miran de reojo con desconfianza. Otros pocos se paran y te piden algo de dinero. Irremediablemente te deshaces de unas cuantas rupias y lamentablemente crece la sensación de que esa transacción convierte la visita en casi una atracción turística.Dicen que los que allí trabajan no suelen superar los 30 años de edad pero a mi algunos me parecían mucho más viejos. Es el caso de Atromo, uno de los que parecían más mayores. Me contó que él llevaba trabajando en la mina tres años, no es mucho, me dijo, aquel lleva siete y aquel otro más de diez. Cada mañana se levanta a las dos y media para poder llegar al interior del volcán cuando despunta el alba, de este modo puede hacer el trayecto dos veces al día. Mientras hablamos, las piedras de azufre de sus cestas no dejan de hacer ruido, clac-clac-clac, como cuando fríes un huevo. Al final de la jornada le pagan 3 euros, el doble de lo que pagarían si trabajase en la plantación de café.
En apenas 8 horas de camino yo vuelvo a mi vida de siempre, a un trabajo sencillo de 9 a 5, a planear el siguiente fin de semana y a las cervecitas con los amigos, a aquello que tu y yo consideramos normal. Estoy seguro que este viaje no se me olvidará en la vida y, sin embargo, desde el mismo momento que puse un pie fuera de aquella mina supe que el tiempo y la distancia harían perder intensidad al recuerdo. Nuestro mundo es tan diferente que lo que sientes en ese momento se olvida pronto… de otro modo, la conciencia no te dejaría disfrutar de tu vida.Os dejo un vídeo que he encontrado sobre la mina y os dejo unas fotos, como siempre, en la barra de la derecha.
7 comentarios:
Vaya tela de curro, luego va y se queja el Buli del suyo, como le pille....lo estrozo.Menudas fotos mas guapas. un abrazo.
lo dijo el bajas, punto redondo.
Jo, qué pasada.
Y sin guantes, sin mascarilla, ni nada. La pera.
yo creo que ahí lo que se necesita es un regulador, un poli tutor-explorador.
lo que da de si un poli-tutor eh??? ya esta extendido y han llegado hasta indonesia.
Como mola. Algo así como El salario del miedo, pero a la Indonesia.
Qué tal el cine Indonesio por cierto??
Un abrazo, David. A ver si ahora os sigo más.
Joé David, qué le está pasando a tu tono descojonante??.. este post me ha recordado a los míos... no puede ser!!!!
Qué tal te va todo chaval?
Un saludo!
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