Los astros se juntaron el pasado fin de semana y las circunstancias propiciaron que por fin me decidiera a cruzar el estrecho de Malaca y el Golfo de Tailandia para visitar la ciudad de las incongruencia, Bangkok. Por un lado, tengo a mi padre de visita que, cual crédito CESCE, financia viajes, compras y comidas por igual. Por el otro, y hasta que no se resuelva "la crisis de los pasaportes”, el pasado fin de semana era mi última oportunidad para abandonar Indonesia.
Si tuviera que elegir un color para Bangkok me quedaría con el blanco. No por limpia y mucho menos por pura o inmaculada (ejem!). Tampoco por el blanco de sus pelotas de ping-pong (ejem! ejem!). Elegiría el blanco porque en el colegio me enseñaron que éste es la resulta de mezclar todos y cada uno de los colores del arco iris. Sí, Bangkok es multicolor que no albina, y está pintada a fuerza de brochazos, destellos, chispazos y finas pinceladas.Cual anuncio de Sony pero sin las pirámides, la capital tailandesa está teñida de rojos, verdes y amarillos e iluminada por la brillantez de innumerables templos y cientos de Tuk-Tuks. Al estilo Ronda de Toledo cada calle se convierte en un mercado improvisado lleno de traperos y telares micolor. El naranja monacal y el dorado de sus campanas parecen subir aún más las ya de por sí sofocantes temperaturas. Porque Bangkok es sinónimo de calor y equivalente a sudor, tanto que nadie podría excusar aquí sus kilos de más alegando retención de líquidos.
Los Bangkokianos, Bangkokitas o como quieran llamarse son gente amable y abierta. El país, que no solo vive de fabricar pelotas de fútbol, obtiene gran parte de sus ingresos gracias al turismo (sexuarrl?). Así, al poner un pie fuera del hotel, nos encontramos con un sinfin de personajes que nos saludan en castellano y que continúan en inglés, tratando de convencernos de que fuésemos allí o para que viniésemos acá, a la tienda de su primo o al restaurante de su amigo, bueno-barato-bonito, a ver el buda negro, que al llegar resultó igual de dorado que el resto de budas de la ciudad, o a visitar aquel templo, que queda al lado de un badulaque monísimo oye. Porque el Gran Palacio, ese que todo el mundo quiere visitar, está de ceremonia y no abre hasta la una y media. La cara de tonto te llega al día siguiente cuando te enteras de que el palacio estuvo abierto todo el día y que la tienda a la que fuiste vendía todo el doble de caro que el mercadillo de la puerta del hotel. Asín somos de incautos, oye.
Y por la noche más de lo mismo pero esta vez con faldita y luces rojas. Que si pásate por la whiskería de mi prima, que si te enseño un catálogo y elija a la carta oiga o que te invito a una copa y echa un vistazo en el Lolitás Karaoke.Porque una aerolínea se empeñó en retrasarnos la ida y, lo nunca visto, adelantarnos la vuelta, poco más puedo decir de esta maravillosa ciudad y de sus encantos ocultos. Si soluciona el tema de los pasaportes, Max, italiano de corazón y documentación, nos ha prometido una escapada para despedir la beca. Si lo cuento, os lo digo.
1 comentario:
To lo naranja?
Que pasa que el Rey de Tailandia es Holandés o que?
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