Pasar las navidades lejos de casa es una de las desventajas de marcharte tan lejos a vivir. Como el año pasado éste me he quedado sin roscón en reyes y sin cena en nochebuena. Sin princesas prometidas o Goonies en la tele. Sin ET. Ya van dos años sin oler regalos de reyes ni humo de petardos. Y de los polvorones, el turrón, el cordero, la ensalada de escarola con granada (vuestras madres también las preparan?) mejor ni hablamos.
Qué dura es la vida del emigrante. No me cansaré de decirlo. Marginado de tanta fiesta y tanta lujuria navideña uno no tiene más remedio que conformarse con lo que encuentra por aquí. A veces hay que hacer un poco de esfuerzo y mirar palante, tratar de no pensar en lo que te pierdes y contentarse con lo que se tiene, aunque no sea mucho.
Destino vacacional por excelencia, dice la Lonely, éste es uno de esos lugares cuyo nombre por si solo suscita románticas y relajadas imágenes tropicales bajo los cocoteros. Bfff, qué vida dura, digo yo.
Lankawi no es la Puerta del Sol atiborrada para las uvas sino una isla de arena blanca y agua esmeralda al norte de Malasia con unos cuantos turistas desperdigados. Los fuegos artificiales que al explotar reflejan cientos de colores en el mar, los malabaristas haciendo espectáculos con fuego en la playa o los cientos de farolillos rojos chinos flotando en la noche no son para nada equiparables con los petardos que se tira mi vecino a la hora de la siesta cada navidad y que un día dejaran a la pobre Napo traumada de por vida. Ni qué decir tiene que aquí el silencio solo lo rompen cuatro motos de agua y la lancha del parasailing. Qué nostalgia de la calle Preciados en víspera de los reyes… pero qué se le va a hacer, la vida a veces es así de dura.
Dura como pagar 120 euros por una fiesta de nochevieja cuando Langkawi fue declarada zona libre de impuestos en los ochenta y donde tomarse una cerveza bien fresquita viendo el atardecer desde una hamaca no cuesta más de 80 céntimos. O como quemarse los pies en la arena cada vez que tienes que darte un chapuzón en esas aguas cristalinas de las que habla la Lonely. Porque qué calor, bfff, otra penuria más. Sí hijos míos, no os imagináis cuánto he echado de menos el frío y la nieve de España. Qué rabia tener que ir en chanclas y bermudas todo el día o sudar tomando el sol en la orilla del mar mientras en España pasaba un temporal de miedo dejando unas navidades blancas de película. Aquí, bueno, tenía la arena blanca de la playa pero no es lo mismo.Y para colmo había moscas y no me ha tocado nada en la lotería... se puede ser más desgraciado? Feliz año a todos.